Diez retos de una mamá soltera

Ser mamá soltera es un reto que no está a la altura de cualquiera. Aquí te explico más a lo que ellas se enfrentan.

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 5 minutos

En México, más de 24.2 millones de mujeres tienen hijos y casi 4 millones y medio (aproximadamente una quinta parte) son madres solteras. Los hogares con jefas de familia crecen a pasos agigantados: ya sea por separación, divorcio, viudez, o abandono del padre, ya sea por una metidita… ¡de pata! o bien por decisión personal, las madres solteras vamos al alza y en el camino hacemos “de todo un poco” para llevar a buen puerto a nuestros hijos entre tanto caos y complicaciones.

Si bien, el tema de la maternidad en soltería siempre ha existido, parece que  empieza a dejar de ser un tema vergonzoso para ser más una elección de vida, la consecuencia de una decisión tomada y, claro, siempre un desafío importante y una invitación a un desarrollo personal.  Que ciertos señalamientos y prejuicios siguen, no hay duda; que el cansancio apremia, ni hablar; que aún México requiere espacios laborales y escolares sincronizados a la madre moderna, ¡de urgencia!; pero aún así marchan estas nuevas familias y logran para los hijos espacios de muy buena calidad.

¿Cuáles son los retos que enfrenta una mamá soltera?

1.- Atravesar el duelo de la ruptura amorosa, de la muerte del padre, o del abandono del mismo.

A veces se emprende la maternidad en soltería desde una elección gozosa y una decisión personal. Pero en su mayoría, esta faena se da desde la muerte, el divorcio o el abandono del papá; y no puedes dejar de vivir el duelo necesario para superar el shock o la pérdida. Negarte a atravesar un proceso de recuperación, aunque durante algún tiempo te mantenga en cierto letargo emocional con respecto a tu hijo, te impedirá en un mediano plazo acompañarlo a vivir sus propios duelos, y a estar presente como una madre completa y recuperada para él.

2.- Superar las culpas, prejuicios y estigmas de la mamá soltera.

Hoy más que nunca existen diversos modelos de familia y de crianza, no tienes que cargar con el prejuicio de que tus hijos van a estar en déficit en comparación de los hijos que viven con mamá y papá. Otras familias enfrentan retos: las familias reconstituidas, las familias homosexuales, las familias extensas que cohabitan. Cada situación tiene sus desafíos, lo importante es entender lo que te corresponde hacer con lo que enfrentan y normalizar tu estilo de vida en vez de compadecerte por él y de señalarlo tú también.

3.- Reconocer que no se puede ser también el papá de los hijos: ¡eres la mamá!

Podrás cumplir algún rol paterno, pero no puedes sustituir emocionalmente a un papá. Lo importante es que la calidad de tu vínculo amoroso sea suficientemente buena para satisfacer su necesidad emocional. No limites la presencia de su padre (si es que existe), a menos que esto implique alguna situación de riesgo muy particular. Si tu hijo tiene un papá que está dispuesto a participar en la crianza, el hecho de que tú no lo quieras, estés enojada con él o te parezca inadecuado en su forma de vivir, no implica que tienes el derecho de limitar sus intercambios padre-hijo. Además, ya tu hijo se encargará de hacer sus propios juicios y de crear la relación que el considere oportuna y suficiente con su papá.

4.- Buscar su autonomía económica.

Aunque esto implique más malabares para la crianza de tu hijo. Sin dinero propio no sólo te hará falta lo que requieras para vivir sino que dependerás del padre, de un hermano, de tus propios padres, y no podrás conquistar una independencia ni física ni emocional. Esto no significa que rechaces ayuda económica de otras personas, pero sí que no dependas –so pretexto de no dejar “abandonado” al hijo- al cien por ciento del alguien más.

5.- Ser sincera con su hijo, pero sensata.

Si te divorciaste, si el padre los abandonó, si elegiste una maternidad en soltería por vía natural o con alguna fertilización, explica a tu hijo con verdad lo que haya ocurrido y por qué se dieron así las cosas, sin decir de menos ni de más. Es importante que sepas limitarte si te sientes frustrada o enojada pues al hijo has de darle información certera –por dolorosa que sea– pero de forma oportuna, adecuada y constructiva. Contesta las preguntas puntales que él te haga, eso te dará una pauta importante de lo que requiere saber. Controla una verborrea innecesaria que sirve más para tu desahogo que para información de tu hijo.

6.-Resistirse a pedir al hijo que sea entre adulto, aliado y amigo suyo.

Una cosa es dar a los hijos las responsabilidades que les corresponden dependiendo de las características de tu familia y de las rutinas y estilos de vida que esta implica; otra muy distinta hacer de él un “par emocional” donde esperes una contención, un entendimiento y una alianza que no le corresponde, ni por su posición en la familia ni por su edad. Los hijos parentales, a la larga, son malos padres y malas parejas, se quedan atados al subsistema paterno y les cuesta voltear la mirada hacia su pareja y a sus propios hijos.

7.- Generar espacios de descanso y diversión personal que contrarresten su sobrecarga de trabajo.

Tu salud y equilibrio personal son prioridades. No importa que sean eventos de vez en cuando, pero planéalos: un viaje, un día de museos, una fiesta especial. También has de procurarte pequeños placeres cotidianos: desde ver una serie que te entusiasme en la noche, hasta prepararte un café de tu gusto, llamar por teléfono a una amiga querida o hacer una lectura de algo que te interese de forma particular. Los pequeños placeres sostenidos generan bienestar a largo plazo.

8.- Encontrar adultos –amigas, vecinos, familiares- con quienes compartir la crianza

¿Por qué no? ¡si ni la misma familia nuclear llega a ser hoy suficiente para el bienestar integral de los niños! Hoy se pretende que obtengan de dos padres lo que antes les daba toda una tribu. Así, una madre soltera puede hacer alianzas, equipos colaborativos y acuerdos diversos con otras familias, mujeres, amigos, que tengan un reto similar. Sin soltar tu responsabilidad básica, genera en colaboración equipos de crianza solidaria y compartida.

9.- No juzgarse si no sienten en la maternidad un placer particular.

Las mujeres no contamos –como insisten en hacernos creer- de un instinto maternal. Hay quienes gustan y disfrutan a los hijos y hay quienes pueden manejarlos sin que sea una gran fuente de gozo personal. No tienes que ser una madre perfecta y gozosa, basta que seas una madre “suficientemente buena” y a cargo de la personita que tienes que criar. Si no disfrutas particularmente de la crianza busca espacios que sean de tu gusto e invita a tus hijos a participar: quizás es hornear alguna repostería, hacer un ejercicio que disfrutas, o ver una película particular. Es tanto mejor que te vean disfrutar lo que sí disfrutas en compañía de ellos, que fingir que estás contenta en algo que la estás pasando aburrida y con malestar.

10.- Hacer de su vida un proyecto que tenga de todo un poco

Amigos, trabajo, hobbies, descanso, familia; tu hijo no puede ser tu único proyecto de vida. La maternidad es una cascada que entrega al hijo tiempo, amor, recursos, y esfuerzos sabiendo que lo dado no retornará. Una madre que tenga miras más allá de la maternidad misma, logre suficiente equilibrio y sienta satisfacción con la propia existencia hace un regalo inconmensurable a cualquier hijo. Y es que conquistar la propia vida es una forma de mostrar a los hijos lo mucho que aprecias su presencia en tu vida, al tiempo que no renuncias a tus proyectos y a tu libertad.

Breve recordatorio…

La familia que tienen tu hijo y tú es una familia completa, tan válida y funcional como cualquiera que tiene otro modelo y estilo de vida. La tarea de ser madre soltera tiene de todo un poco: vocación, desazón, contradicción, elección, disfrute y realización. Sin duda, es toda una faena que implica renuncias y conquistas, y particularmente el desarrollo y utilización de tus recursos y competencias. La maternidad en soltería es un reto de crecimiento para ti, de autonomía y de generosidad; aún así no te exijas demasiado, confía en quién eres y en lo que tienes y pide ayuda profesional cuando te sientas flaquear.

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