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¿Qué hacer cuando el hombre que debería de ser un apoyo amoroso en la vida de cada mujer resulta el que la obstaculiza de diversas maneras?
Si hay una pregunta que siempre me hacen en terapias, cursos y talleres es “¿por qué no se decir “No”. Es increíble que en pleno sigo XXI le tengamos tanto miedo a una palabra de solo dos letras, que se usa en todos los idiomas. Y es que sí, hay quienes van por la vida envueltos en situaciones en los que no quieren estar porque les da miedo usar este vocablo.
Quizá la esencia de este miedo va más allá de lo que nos imaginamos; radica en que no hemos aprendido a poner límites, y por eso dejamos que, a veces un amigo invada nuestra privacidad o terminamos yendo a trabajar los domingos.
En ese sentido puedo asegurarles que decir “no” es más que un buen hábito, es la oportunidad de ser libres y tener una buena estima personal.
Poner límites no es fácil para nadie. Es más, ni siquiera es sencillo enumerar los temores que viven detrás del “No”. Cada persona tiene una historia, un conflicto y una educación que de alguna manera influye en la forma en la que se comunica con el otro.
Sin embargo, en mis años de experiencia, he notado algunas inquietudes parecidas entre quienes padecen este problema. Muchas personas, por ejemplo, no ponen límites porque tienen miedo a perder el afecto de un ser querido, o a que se les saque de un grupo. También hay gente cuyo conflicto principal es la inseguridad; un rasgo que los condiciona a quedarse callados porque creen que sus opiniones y deseos no cuentan.
Al respecto, siempre aliento a mis pacientes a que se hagan las preguntas indicadas. Un amigo que no acepta un “no” como respuesta ¿es realmente un amigo?, decir que lo que sientes ¿no es tu derecho y te haría sentir mejor?
Para aprender a poner límites primero tenemos que entender aquellas conductas que lejos de ayudarnos a marcar una línea, nos generan más conflicto.
En ese sentido, no estamos poniendo un límite cuando: defendemos una opinión o cuando mostramos nuestras debilidades para que los interlocutores se “apiaden” de nosotros y hagan lo que queremos. Tampoco cuando amenazamos, intimidamos, gritamos o agredimos.
Poner límites es más bien una forma clara de hacer respetar nuestros deseos y necesidades. Implica decir “No” lo cual genera una tensión, pero ojo también respeto.
Saber decir “No” nos permite establecer vínculos sanos, oportunos y armoniosos en los cuales se puede cultivar y preservar el amor. Los límites consolidan el sentido de coherencia e integridad porque nos permiten honrar nuestras necesidades, intereses, deseos, y valores.
En honor a lo anterior he pensado en una serie de tips que pueden servir para decir “No” sin que el otro se sienta herido.
Ten claro qué… el límite debe ser adecuado, razonable y viable. De preferencia ha de ser una consecuencia de los actos que otra persona ha realizado. Un ejemplo, si prestas tu ropa y te la regresan maltratada y sucia, el límite será no prestársela más .
Reconoce tu estado. ¿Estás motivado y convencido?, ¿estás sereno para controlar tus reacciones? Recuerda que antes del “No”, la intención debe estar dirigida a no hacer sentir mal al otro y a mejorar la situación.
Reconoce el estado de la otra persona. Ser empático a lo que el otro vive y conocer su lenguaje corporal te ayudará a poner el límite de la manera adecuada, sin que genere un “shock” en el otro.
Elige el lugar y el momento apropiados. Es de mucha utilidad escoger un espacio neutro y tener el tiempo suficiente para poder comunicarse bien.
Habla desde ti, sin juzgar al otro. Muestra cómo te sientes respecto al comportamiento ajeno, sin criticar, juzgar o etiquetar. En otras palabras aprende a ser asertivo y a negociar.
Recuerda, decir “No” a alguien o a algo, es decir “Sí” a lo que necesitas y valoras ¿o “No”?
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Ser asertivo es una manera genial para mejorar nuestra relación con el mundo.
El 31 de enero, cuando las manecillas caminan frente a nosotros, sentimos cierta ansiedad. Mientras tragamos uvas, el cerebro se llena de las cosas que queremos lograr en los próximos 12 meses, todo sucede rápido y al mismo tiempo. Algunos piensan en deseos cumplibles como ir a visitar al dentista, empezar una nueva rutina de ejercicios o dejar de fumar. Otros se fijan metas más complicadas como cambiar de trabajo, dejar una relación que no funciona o hasta terminar ese proyecto que se ha pospuesto una y otra vez. No obstante, aunque los propósitos de cada persona son distintos, muy pocos los cumplen; según un estudio de la Universidad de Harvard se calcula que sólo el 20% de los comedores de uvas realizarán los cambios que su alma y su cuerpo le pide.
Dejar para mañana algo, y luego nunca hacerlo nos deja en el cerebro una gran cantidad de comezones que no podemos rascar. Esa ansiedad de otoño que nos hace darnos cuenta lo lejos que estamos de nuestras metas. A propósito de eso, quizá vale la pena preguntarnos, ¿por qué a pesar de saber que el cambio nos hará bien no tenemos las ganas o las fuerzas para trazar nuevos y mejores caminos en la vida? ¿cómo hacer para que en el 2021 no se repita la historia de deseos no hechos?
La procastinación es uno de los problemas más comunes que tiene la humanidad. Al respecto se han generado cientos y cientos de técnicas y propuestas para hacerle frente a esa manía de posponer la vida. No obstante a pesar de todos los consejos que hay al respecto, pocas veces se tiene la fuerza de voluntad necesaria para convertir el mañana en hoy; para cosechar hábitos cuyos resultados no se dejarán ver inmediatamente.
Tal vez el fracaso de los propósitos de Año Nuevo está no sólo en nuestras resistencias personales, sino en el contexto en el que vivimos y en la forma en la que analizamos nuestro paso por el planeta. Quizá el motor para realizar todos los cambios se encuentra en la mirada profunda de lo qué somos, de lo que necesitamos y de las personas con las que nos relacionamos.
En honor a lo anterior, y porque no les deseo otra cosa que encuentren su camino, he hecho una lista con 12 ideas fundamentales que les permitirán empezar el 2021 de la mejor manera posible.
2. Recordar que la personalidad viene de nuestras conductas, no al revés.
3. Existen dos entornos que sirven para evolucionar. El que nos genera un alto estrés saludable y el que nos deja recuperarnos. Aunque el primero nos causa un desgaste fuerte, se necesita para desarrollarse. Asimismo, el segundo nos deja descansar y esparcirnos.
4. Tomar decisiones radicales. Este punto es difícil, pero necesario si queremos avanzar; requerimos ser proactivos (crear) y no reactivos (responder). La pregunta es ¿qué de todo lo que tengo me impide avanzar?. La respuesta a esta interrogante nos hará ver que ya es hora de deshacerse de lo que va en contra de lo que somos.
5. Un buen descanso. No sólo de la tecnología o de las redes sociales, también de no parar de pensar todo, todo el tiempo.
6. Construir una rutina. Piensen que las mañanas son sagradas. Después de todo empezar temprano da la pauta para crear y conectarse en lo importante. En este punto es necesario buscar un espacio propio que de tranquilidad.
7. Aligerar la carga. Lograr esto no es fácil, porque requiere de tomar decisiones radicales como por ejemplo, no trabajar más de X horas a la semana, estar menos de 10 minutos en redes cada dos horas, hacer un viaje al mes, etc.
9. Eliminar la abundancia de opciones y distracciones. Muchas posibilidades generan indecisión e inseguridad, por tanto hay que acotar caminos. Poner límites específicos y evitar el ¿qué pasaría si hubiera…?
10. Asumir riesgos. Las decisiones valiosas conllevan renuncias y vulnerabilidades. Sin embargo, los desafíos nos dejan ver con claridad las debilidades y fortalezas que tenemos.
11. Ante las tentaciones, hay que controlar las acciones. Si se quiere ir a caminar, hay que levantarse, ponerse los pants y los tenis. Si se quiere dormir temprano hay que apagar las luces y el celular a una hora razonable.
12. Aprender del contexto. Tenemos que absorber y entender la realidad que nos rodea. Empaparnos de las equivocaciones y bondades del otro, así como de lo que nos dejó lo ya vivido.
Adaptarnos al entorno elegido sí permite cambiar con esfuerzo, pero sin tanto suplicio.
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Cuando en una consulta o en un curso alguien, de entre 20 y 40 años, me expresa las siguientes inquietudes: “Siento que soy un fracaso. No tengo un proyecto de vida. Estoy perdida. Jamás me he enamorado” o bien me pregunta “¿qué hago mal? ¿qué tengo mal?, o ¿por qué no atraigo a la gente adecuada?”, no puedo evitar contestarles que yo, a mis casi sesenta, aprendo algo todos los días; un nuevo conocimiento, que antes me parecía complicado o una nueva lección de vida, que me permite superar límites que creía imposibles. Ojo, no es que minimice los dolores y sin sabores que tienen los pacientes, pero con el paso del tiempo uno aprende a entenderse, valorarse y a conquistar la vida. ¿A los 25? era tenaz, pero era una ignorante con doctorado.
La vida es generosa
Pareciera que la existencia, sobre todo en este periodo de pandemia, se ha quedado congelada, sin embargo vale la pena entender este momento desde otro punto de vista. La vida cambia, se hace rara, nos sorprende, nos asusta, nos reta, nos deleita y no se detiene. Y aunque vivir bien o bien vivir no es fácil, la vida siempre puede ser generosa, en particular si la entendemos y la sabemos capotear. Si comprendemos nuestras frustraciones, equivocaciones y fracasos como estados de tránsito que necesitamos para llegar a mejores lugares. Es inevitable.
No pretendo convencer a nadie de que se haga de un optimismo idealizado en el que todo se puede y las cosas que siempre llegarán exactamente como las queremos y necesitamos. No creo en eso porque sé que la vida no se comporta así. Tampoco practico los famosos decretos y las afirmaciones compulsivas: “yo soy valiosa”, “yo soy poderosa”, “yo soy…” En lo que sí creo es en la atención consciente, en las reflexiones profundas y en los procesos sostenidos, y por qué no, en el deleite de disfrutar el camino mientras atravesamos el trayecto.
Disfrutemos el camino
Para bien o para mal, la educación conservadora, religiosa y represiva que recibí, mi adaptación a las tradiciones familiares y la súper exigencia de mi entorno, me llevó a actuar, desde los primeros años, desde un riguroso “deber ser” que afortunadamente también me dio muchos momentos de diversión y placer. Aprendí, pues, a mezclar ciertas “torturas” con el goce. Y en tanto los hábitos firmes y la voluntad férrea me ayudaron a sostener mis objetivos y a sobreponerme ante los fracasos, mi curiosidad constante me impulsó a buscar, una y otra vez –en lugares familiares y en territorios desconocidos– nuevos senderos… ¡y vaya que los he encontrado! Por eso hoy, a mis casi 60, sé comenzar y emprender, y añoro cada día. Soy el resultado de todo, de lo que fui, lo que soy y lo que quiero ser.
Consejos para vivir bien
A ti que me lees, anhelo poder trasmitirte que lo que vale la pena llega muy ocasionalmente por un golpe de suerte, porque lo preciado (lo que verdaderamente importa) se cuece a fuego lento. Y es que la paciencia es un don en un mundo donde el “lo quiero todo y lo quiero ahora” es la constante: se buscan amores instantáneos, trabajos espontáneos e hijos que crecen espolvoreándoles “royal”. La inmediatez no es una buena consejera, de hecho lejos de enseñarnos a “tomar la vida por los cuernos” distorsiona los procesos de crecimiento que eventualmente nos permiten conquistar del bienestar.
En honor a lo anterior, aquí les dejo tres ingredientes para vivir bien que me han acompañado a lo largo de mi existir:
En conclusión, todo es una mezcla de emocionalidad, inteligencia y voluntad. Por eso siento a la vida tan viva, y la enfrento como una aventura interesante, que me desafía y me encanta. Y sí, quiero vivir mucho y más, porque morir simplemente me implicaría dejar de leer, de coger, de reír, de beber, de escribir y de aprender.
¡Buen cierre de año y mejor comienzo de tu vida!
Terminó tu vida en esta Tierra al tiempo que terminó este año, y vaya año. Tras tu partida me ha venido a la mente todo lo que vivimos juntos a lo largo de mis 59 años. Quiero que sepas que agradezco infinitamente tu presencia enérgica y amorosa, al mismo tiempo.
En estos días he vuelto a tus cartas, tus poemas, tus memorias, Cada vez que te leo he podido viajar a las distintas etapas de mi vida; que grandioso es saber que has estado presente en cada una de ellas. Hoy lo atesoro todo; los momentos hermosos, las experiencias dolorosas, y las situaciones difíciles en las que afloraron nuestras diferencias y decepciones. No quitaría nada de lo vivido porque no solo es parte de la existencia, sino de quien soy y del hombre en el que te convertiste; un ser capaz de evolucionar, de reflexionar y mejorar, que siempre me motivó.
Papá tengo en el corazón todos los recuerdos que compartimos tantos años y todas tus enseñanzas. Tu manera de hacer presente a mi mamá, a mi abuela. Tu forma de criarnos a las cuatro; nos educaste y nos mostraste el camino para aprender a trabajar, a ser fuertes e independientes. Nunca olvidaré tu alegría y el buen ejemplo que le diste a tus nietos con tu disfrute y tu presencia. Hoy es un deleite contemplar de cerca lo mucho que construimos en estos años, como familia y como personas, me deja en paz.
Papá tienes que estar orgulloso; viviste 90 años bien aprovechados, en los que sembraste y cosechaste. La tuya es una historia de sobrevivencia, lucha, entrega, sufrimiento, creatividad y gozo también. Y aunque siempre fuiste consciente del paso del tiempo y de que el ocaso se acercaba, los problemas nunca mermaron tu alegría de vivir ni tu entusiasmo por experimentar y aprender. ¿Cuántas personas pueden conseguir una victoria tan grande?
¿Qué toca hoy que no te encuentras físicamente? Lo que siempre predicaste con tus palabras y con tu ejemplo: el AMOR. Me alegra infinitamente que hayas partido sabiendo lo mucho que te queremos todos, tus nietos, tus bisnietos, tus amigos y toda tu gente. Lo mucho que yo te quiero. Creo que al final lo único que vale la pena es saberse amado. ¿No será que todo lo que buscamos se remite a eso, a confirmar que somos alguien para el otro y que ese otro quiere ser alguien para nosotros?
Este es el legado más grande que nos dejas. Es una vela prendida destinada a nunca apagarse; una vela que pasaremos de generación en generación.
Espero, padre querido que mi manera de estar en el mundo, mi amor por mis hijos, por mi gente, por mi trabajo, te alcancen y te lo recuerden, donde quiera que estés.
Y ni creas que te vas, aún descansando, te quedas conmigo siempre.
Sí, existen hermanos que se pelean más de cinco veces al día, los siete días de la semana. Durante periodos largos, la casa se convierte en una zona de guerra habitada por gritos, puertas que se azotan, acusaciones, fundadas e infundadas, e incluso uno que otro golpe. Y aunque a todos nos gustaría vivir en calma, en un ambiente amoroso en el que el desayuno ocurra entre silencio y sonrisas, lo cierto es que las luchas en los grupos familiares son más comunes de lo que parecen y pueden solucionarse con paciencia y con entendimiento, pero ¿cómo se logra esto?
Como madre de cuatro hombres, pienso que el primer consejo útil es eliminar de nuestro sistema esa imagen ideal de cómo deben ser las relaciones. Las familias perfectas no existen, y los hermanos totalmente pacíficos tampoco. Dicho eso, la responsabilidad de sanar los vínculos entre los hijos es de nosotros, las mamás y los papás.
El error más común
Pienso que la hermandad (o la fratría) es un pequeño laboratorio que le permite a los hijos ensayar para lo que viene. Los hermanos construyen una especie de sociedad íntima en la que no sólo se enseñan a convivir, sino a acompañarse, a divertirse y por qué no a pelear de una manera sana.
A pesar de eso, los padres cometemos el error de intentar que se lleven bien a toda costa, y en ocasiones no permitimos que la relación fluya, me ha pasado. Esto sucede porque les otorgamos roles fijos que tienen que ver con su edad – tú eres el mayor y tienes que proteger a tu hermano– o con su género – eres el hombre de la casa–. Caer en esta equivocación hace que los niños tengan que asumir un compromiso muy grande, que tal vez los incomode.
Aceptar las diferencias y limitaciones
Para que el vínculo entre hermanos mejore tenemos que aceptar también nuestra propia naturaleza. No podemos negar que aunque los amamos a todos por igual, sentimos con frecuencia mayor comodidad o gusto por alguno de nuestros hijos. Esto no significa que los queramos más o menos, sino que como adultos somos más afines a un estilo de carácter o a cierto tipo de desempeño social. En ese sentido otro buen consejo que les puedo dar es: acepten que está bien tener un vínculo especial con cada hijo.
Por otro lado, para que el trato mejore es muy importante entender cuáles nuestras funciones, y límites parentales. Si bien podemos lograr, a través de una educación sólida, que los hijos desarrollen una relación de cariño, cuidado y respeto mutuo, esto no significa que los hermanos deban ser mejores amigos, compañeros de aventuras y confidentes íntimos.
Hay que tener súper claro lo que nos interesa fomentar en la familia. Queremos que los hijos aprendan a convivir, a empatizar, a pedir lo que necesitan de manera asertiva, a negociar situaciones difíciles, a generar conexiones sanas y a disfrutar de sus relaciones. No queremos generar expectativas sobrehumanas de “entendimiento perfecto”, “intimidad total” y “ayuda incondicional” entre los hermanos.
¿Cómo hacemos que se lleven mejor?
Para lograr una mejor relación entre los hijos, aquí les dejo algunos consejos prácticos, y sí muy realistas, que todos los padres pueden realizar para que las peleas acaben.
Tenemos la fortuna de vivir en una época en la que cada vez hay más oportunidades para nosotras. En estos días, las mujeres podemos elegir la vida que queremos; escoger una pareja, una carrera y hasta diseñar el futuro. Yo, a mis casi 60, he sido testigo en primera fila de cómo se ha transformado la realidad desde que era niña, y a pesar de lo feliz que me hacen los derechos conquistados y las batallas libradas; estoy consciente que todavía falta mucho camino por andar.
Es hora de inspirarnos
Todos los días, mi ocupación me permite escuchar a muchas mujeres. En cada consulta, curso o domingo de “verdadazos” aparecen nuevas inquietudes, temores, retos y cansancios. Una multitud de cuestionamientos que necesitan respuestas.
Esto me ha hecho reflexionar, y entender, que más que un género, ser mujer es el arte de aprender a construir; es edificar, para nosotras mismas, posibilidades y sueños. Sé que las palabras suenan muy bonitas, pero ¿cómo se logra esto?.
La que entiende … camina
Lo primero es buscar ayuda. Todas necesitamos un empujón para encontrar nuestra identidad y por qué no nuestros deseos. Requerimos ayuda para sobrevivir, para caer paradas y para resistir los embates que se nos ponen enfrente. Una guía para, por ejemplo, terminar bien un año difícil y para empezar 2021 con una dirección clara y realista.
Lo segundo que me viene a la mente es que para avanzar hay que detenernos a analizar y revisar, no sólo a nosotras mismas, sino lo que nos rodea. Preguntarnos qué parte de nuestros problemas dependen del comportamiento individual, y qué parte del entorno en el que estamos inmersas.
Y es que aunque las mujeres hemos conseguido cambios fundamentales, todavía vivimos en un mundo patriarcal en el que se nos imponen roles y formas de comportamiento. En pleno siglo XXI aún somos satélites de las demandas de los demás, aún tenemos que postergar nuestros sueños, para que otros los cumplan.
La realidad –imperfecta y machista– nos lleva a dudar de lo que somos y de lo que queremos. Esto hace que muchas se sientan frustradas por no cumplir las expectativas ajenas, por no ser lo que otros esperan. Dicho eso, vale la pena replantear el camino y encontrar maneras de centrarnos en nosotras, para así querer bien a los demás.
Un taller para descubrir quién somos nosotras
Mucho de lo que me he planteado en la vida, lo he logrado. Algunas cosas las he tenido que descartar, pero otras las he recogido y aprovechado. Por eso me parece importante que entendamos; ¿qué es ser mujer hoy?; en este mundo, en este siglo, en este contexto, en este país.
En honor a lo anterior he creado un taller para todas. Un espacio en el que comprendamos juntas las creencias que nos limitan y las formas de encontrar la libertad. Las invito a que realicemos un viaje profundo por nuestro universo emocional, intelectual y corporal.
Ser mujer consciente hoy
¿Cuándo? 16 enero 2021
Duración: 3 horas
Costo: $990
Programa y Boletos: https://ser-mujer-consciente-hoy.boletia.com
Empecemos por Don Juan, ese personaje desenfrenado y libertino –nacido en las entrañas del Romanticismo– que iba por la vida vociferándole al mundo el gran número de conquistas que había logrado. Esta hombre, de 1630, dejó para la posteridad un tipo de comportamiento masculino que sugiere que los hombres son más “hombres” de acuerdo la cantidad de mujeres con las que han estado.
De esta última idea se desprende el concepto del mujeriego. Una conducta que nace en las entrañas de una sociedad falocéntrica que celebra al hombre por seducir y condena a las mujeres por lo mismo. Y aunque esta regla parece ser más injusta para el género femenino, en realidad también lo es para ellos. En algunos entornos ser hombre implica recibir una educación en la que se aplaude el egoísmo. Una educación que convierte a la sexualidad masculina es una forma de probarse ante el mundo a través del falo y todas las creencias que hay en torno a él y su funcionamiento.
Por su parte, ser mujeriego es todo un desafío en el siglo XXI, no sólo por los avances de género, también porque las parejas han evolucionado y la felicidad ya no se asocia, de una forma tan directa, con la monogamia. No obstante, salir con muchas mujeres al mismo tiempo, puede indicar que el individuo padece un trastorno de las relaciones; una enfermedad que si bien puede ser controlada debe tratarse para que no genere consecuencias negativas en la vida de los individuos.
Pero empecemos por el principio…
¿Quiénes son los mujeriegos?
Este concepto se puede aplicar a aquellos hombres que necesitan conquistar compulsivamente , sin importar si su conducta genera problemas personales o con el otro . Este patrón de conducta suele venir desde la infancia, de hijos que aunque paradójicamente han sido consentidos, no han recibido toda la atención que requieren en los primeros años de formación. Estos niños necesitan aprobación constante –en particular de las mujeres–, tienen poca inteligencia emocional y varios problemas asociados a la intimidad.
Hay que destacar que en su desarrollo, los mujeriegos se suelen sentir vacíos, ya que aunque son fóbicos a la soledad, también lo son del compromiso; esto genera una sensación de insatisfacción constate. En otras palabras, no quieren pasar la vida sin compañía… pero.
En un plano social, los seductores obsesivos son menos selectivos que el resto, y aunque establecer una relación se les dificulta, tienen fijado en su comportamiento el perfil del proveedor, del hombre cuya misión en la vida es ser protector y viril. A los mujeriegos les gusta sentirse necesitados, conquistar y usar con plenitud el papel que les ha otorgado la familia, la escuela y demás instituciones; esa función de ser los que no lloran, los que salvan al otro (niños y mujeres) antes de salvarse.
Dicho lo anterior y con toda la intención de hacer más sanos nuestros vínculos, vale la pena encontrar la manera de enfrentar este problema. Aquí te dejamos algunos consejos a considerar para vivir una existencia más plena.
Herramientas para ellos
*Ser sinceros con uno mismo y con el otro; cuando se crea un vínculo es importante no mentir respecto a la condición no monógama y aceptar en la pareja lo mismo que se pide.
*Buscar otras maneras creativas para tratar la ansiedad. Hacer ejercicio, ir a terapia, etcétera; todas las alternativas son buenas.
*Muy simple…¡Jalársela más seguido!
*Aprender a disfrutar y entender los beneficios de la intimidad. Quizá cambiar la variedad por la intensidad.
* Sanarse internamente y madurar. En este sentido la regla de oro es posponer la gratificación y tolerar la frustración.
Herramientas para quienes viven con ellos.
*La pareja debe tener acuerdos claros, concretos y mutuos. De no ser así hay que terminar.
*Analizar a la pareja. Vale la pena preguntarse por qué se está con ese hombre en particular, ¿tiene cosas buenas, más allá de la monogamia, por las que vale la pena quedarse?
*Desarrollar la confianza: no perseguir, preguntar o espiar. Esto no sólo daña la relación, también a uno mismo.
Y ojo, una cosa es no ser exclusivo sexual, y otra cosa es ser un ¡patán!, con esos ¡ni en pintura!
La relación se acabó y yo no puedo acabarla en mi interior. Ya sea que yo lo terminé o que él me haya terminado – distintas situaciones ambas – pero el sufrimiento sigue por el simple hecho de que NO LO PUEDO OLVIDAR.
La relación se acabó y yo no puedo acabarla en mi interior. Ya sea que yo lo terminé o que él me haya terminado – distintas situaciones ambas – pero el sufrimiento sigue por el simple hecho de que NO LO PUEDO OLVIDAR.
No sobra decir, antes de entrar en mayores profundizaciones, que ser “´victima” o “villano” en una separación implica tareas emocionales diferentes que conllevan sus propios retos, que de no ser atravesados estancan el proceso de superación del quiebre.
Pero profundicemos más en estos vericuetos emocionales: quizás no quieres volver, o sepas que no te conviene volver, pero hay una “aferre” al ex que te sigue produciendo sufrimiento, robando energía emocional y haciéndote perder tiempo real. ¿Crees que “necesitas” la relación? ¿Piensas que como fue un verdadero amor no puede acabar? ¿Reconoces algo que crees que puede cambiar y deseas intentarlo? ¿Entrán más cosas en juego?
Te comparto varios puntos de reflexión que te pueden tener atorado en el proceso de soltar:
Consejos para olvidar a tu ex
Empeñarse en sacar de la conciencia a alguien que fue importante en la vida genera mucho derroche de energía física y psíquica y puede incluso convertirse en una obsesión. Cambiemos el objetivo, en vez de olvidar, trata de redirigir el recuerdo para reacomodarlo en tu vida.
A esta actitud suma el realizar algunas acciones concretas para avanzar en el proceso de soltar:
Y sin duda, el amor –más allá de lo que opina la gente- sí tiene cura, y de pasadita, con el dolor vivido, también quien lo sufrió, madura…
Experiencia vivencial de tres horas que facilita el cambio personal. proceso de transformación. A través de actividades teórico prácticas que alternan la exposición de información relevante sobre el tema en cuestión con algunas dínamicas personales o grupales, Tere Díaz, siembra las semillas que permitirán a los y las participantes tomar consciencia de su situación, adquirir herramientas emocionales y sociales para favoreces su crecimiento personal, y activar mediante acciones concretas el proceso de cambio.