No puede dejar de rondarnos por la cabeza la pregunta sobre qué pasará con nuestra mentalidad y nuestros hábitos después de esta cuarentena. Estamos en el presente pero, yo en particular, no puedo de quitar la vista del futuro próximo. Sin reparo y con la menor ansiedad posible, imagino otros escenarios posibles, que este evento, puede desencadenar.
Mi “deformación psicológica” me lleva primero a pensar en las estructuras de carácter que subyacen en nuestras respuestas naturales a lo que estamos viviendo:
- Existen personas “introvertidas” – no porque no sepan socializar sino porque se recargan en el silencio y en la soledad – y para ellos, quedarse así, sería un “bendición”. Salvadas las proporciones de los daños colaterales.
- Están, por otro lado, aquellos “extrovertidos” que ya advirtieron a los propietarios de bares, cafeterías y restaurantes, que se abastezcan porque están ya en posición de “¡en sus marcas, listos, fueraaaaaa!”.
- Y por otro lado, las personas que tienen miedo por relacionarse, probablemente y en su mayoría, parte de espectro que responde a patologías previas, psicológicas o psiquiátricas, y no tanto a la pandemia en sí. Esto es tema de toda otra reflexión.
Cada respuesta tras el confinamiento dependerá de los mecanismos que cada uno usa para afrontar la vida en general: de distintas formas y con diferentes secuelas se entenderá, se procesará y se aceptará. Notaremos que somos vulnerables pero no impotentes. Y los cambios que se den no tendrán que ser del todo negativos.
Pero más allá de cada uno de estos posicionamiento me pregunto: ¿será diferente nuestra forma de ser y relacionarnos después de este confinamiento?
Comparto algunas reflexiones de lo que quizás habremos descubierto:
- Que se pueden mantener las relaciones, aún a distancia. Y que en este sentido, la tecnología ha sido un “plus”, porque las distintas plataformas nos permiten acercarnos en el mundo virtual y de una manera “curiosa” mantenernos actualizado, conectados y contenidos.
- Que se puede descartar de nuestras vidas a aquellas personas que no tienen que ser más parte de nuestro círculo cercano.
- Que se puede ampliar la gama de actividades que nos proporcionan placer y ocio casero. Y que quizás esta experiencia puede derivar en hobbies, goces, intereses y recursos que no imaginábamos podríamos conquistar.
- Que reconoceremos cuánto menos necesitamos consumir. Y que no solo el ahorro nos beneficia sino el “consumo” de experiencia y el desarrollo de vínculos.
- Que distinguiremos hábitos útiles e inútiles que teníamos arraigados sin siquiera notarlo.
- Que experimentaremos, ahora sí “en carne propia” y con mayor consciencia que somos seres sociales y creativos. Estamos re descubriendo nuestra emocionalidad que seguramente bullirá más tras el confinamiento. Esto generará ¿más arte? ¿más parejas? ¿más hijos? ¿más proyectos? ¿menos pedos?
- Que confirmaremos que la tecnología llegó para quedarse: home office, arte digital, relaciones a distancia, terapias virtuales.
- Que nos tomará tiempo desafiar el temor al acercamiento físico. ¿Qué tanto me acerco a quién?. Si antes era en lo sexual el recelo, quizás ahora se extienda a lo puro relacional.
- Que perderemos miedos a otros “contagios sociales”: ¿clase, preferencia sexual, raza, género? Quiero soñar que habrá mayor igualdad. ¿O retomaremos rápidamente la distancia que generan los privilegios?
- Que los mercados se ajustarán de forma diferente. Algunos están sufriendo terribles consecuencias pero otros han salido reforzados (Netflix). Imposible negar que cambiará la apuesta económica y financiera ¿Qué areas de oportunidad surgirán como nuevas maneras de hacer negocio?
- Que en esta sociedad de actividad frenética se está generando una educación para el ocio que nos obliga a parar y a reflexionar. Los espacios “vacíos” permiten relajación y creación.
- Que estamos re descubriendo el valor del conocimiento científico y el “irnos de puntitas” con mil propuestas alternativas que en el mejor de los casos pueden sumar, pero en muchos generan pensamientos mágicos y laberintos sin salida.
- Que se puede integrar lo paradójico: la solidaridad dentro de la individualidad. Tanto dentro de una mismo inmueble, o en un barrio, ciudad, o a un nivel mucho más amplio. Y confirmar que somos más interdependientes que independientes, por lo que no sobrevivirán los “mas fuertes” sino los que se apoyan.
- Que también desarrollaremos nuestra capacidad de resiliencia, pues serán más de una pérdida de las que nos tendremos que recuperar. Incluído aquí la capacidad de posponer la frustración y posponer la gratificación.
- Y quizás, que los adolescentes –tan criticados por su inmersión en la tecnología- han hecho en este encierro no cosas no tan distintas a sus hábitos previos: relaciones online, juegos, música, videos, redes, entre otras. . Pienso que desbancaremos la falsa idea de que los nativos digitales son menos sociales y confirmaremos que hay mucho solitario de bar, y muchas personas “solas” en casa conectando a través de videojuegos y otras plataformas en compañía. Agrego, que no cabe la menor duda de que la tecnología se va a acelerar.
¿A ti se te ocurre algo más? ¡Bienvenido el cambio!