Para iniciar el año

Estamos a punto de cerrar el año y conviene terminar bien e iniciar bien el año. A continuación te presento algunos tips.

Escrito por Tere Díaz

Tiempo de lectura: 5 minutos

Constantemente podemos escuchar a personas que, con cierto orgullo y hasta cierta arrogancia, comentan que ellos no celebran ninguna fiesta en el calendario. No creo que su posición sea reprochable, yo misma soy medio grinch en la época navideña, pero no me parece que hay otras perspectivas posibles sin necesidad de intercambios de regalos y grandes comilonas.

Si bien algunas fiestas podrán significarnos poco, algunas otras pueden aportarnos un valor que no hacemos particularmente consciente: los rituales y las celebraciones nos ayudan a cerrar ciclos e iniciar nuevas etapas en la vida. A mi, de manera particular, comenzar un nuevo año me produce un deseo de renovación y un ímpetu de cambio.

Ahora, también ocurre que generalmente las concebidas “buenas intenciones” al vislumbrar el nuevo año – de ser mejores personas, de lograr metas postergadas, de provocar encuentros temidos,  de conquistar territorios inexplorados – inician como anhelados deseos en enero, para marzo ya son intentos postergados, y con la llegarda de julio se viven como pendientes inconclusos (y comezón en la conciencia), hasta que en octubre son intentos fallidos llenos de frustración.

¿Qué valdrá la pena considerar antes de lanzarnos a apuestas, promesas y juramentos de cambio?

Ahí te van algunas experiencias que me han ayudado a soñar pero con anclajes en la realidad.

 

  1. Observa que el cambio es un proceso y no un evento. Son las pequeñas acciones sencillas y sostenidas en el tiempo las que nos permiten de a poco aumentar el grado de complejidad de la mismas y nos llevan conquistar territorios no explorados.  Comparemos esto con un maratón: nadie comienza corriendo infinidad de kilómetros sino caminando un par de horas, trotando algunos minutos y luego corriendo ciertos kilómetros.
  2. Cierra ciclos antes de emprender nuevos proyectos. Es muy difícil, sino imposible, meter cosas nuevas a un cajón que no está acomodado: hay que sacar lo que está fuera de uso. En este sentido, reparar algún error cometido, terminar un proyecto que se dejó a medias, terminar una relación inconclusa, liquidar deudas que te atormentan, son formas de cerrar ciclos para dar cabida a nuevos proyectos.
  3. Atrévete a dudar de lo que siempre has creído. No puedes abrir nuevas puertas con viejas llaves. Algunas actitudes y creencias nos fueron útiles en etapas de vida diferentes con personas distintas y en historias pasadas. Explora nuevas posibilidades de acción y creación si es que las que utilizas no te están llevando a donde quieres llegar.
  4. Acumula menos cosas materiales y ten más experiencias. Los objetos en cuanto los poseemos dejan de ser deseados por nosotros. No estamos en contra de darnos ciertos gustos, mucho menos de adquirir aquellas cosas que nos resuelven necesidades. Pero lo material en general acaba por ser algo a lo que rápidamente nos acostumbramos y que deja de aportarnos interés, disfrute y placer. Las experiencias en cambio, se atesoran para siempre; algunas requieren dinero, sí –los viajes por ejemplo, o asistir a un buen espectáculo, incluso la lectura de un buen libro– pero otras no tanto: un día de campo, un paseo por la ciudad, la visita a ciertos museos y  poniendo creatividad, bastantes más. Las experiencias generan cambio, pues nos llevan a repensarnos y a re construirnos, y son vivencias que difícilmente se llegan a olvidar.
  5. No hagas del amor tu proyecto de vida. El momento histórico que transitamos se caracteriza por el malestar amoroso: los casados piensan que el amor se encuentra en otro lado que no es su matrimonio, los solteros piensan que alcanzarán la plenitud al encontrar a su media naranja, y hay infinidad de personas desencantadas que van de encuentro en encuentro sin esperar mucho de una relación. Y es que la conquista de la “libertad” amorosa, y de la elección de la pareja, aunada a la idealización del romanticismo aún imperante, nos hace sobre cargar a la pareja de expectativas, y al amor de promesas de felicidad. Por ello, date la oportunidad de buscarte y disfrutarte a ti mism@, antes de querer desesperadamente encontrar a alguien.
  6. Construye tu día a día con pequeñas cosas que te generen placer. Un buen café, una caminata por tu barrio, una llamada telefónica anhelada, una siesta, una lectura antes de dormir. La vida se hace de metas a largo plazo, sí, pero también de pequeños gusto que ponen a lo cotidiano “sal y pimienta”.
  7. Da a tu vida un sentido más allá de lo inmediato. Tener claro lo que realmente valoras y te interesa – la libertad, la salud, la amistad, la solidaridad – entre otras cosas, y poder desplegar tus habilidades, recursos y competencias para construir un proyecto de vida en donde todo eso se ponga en juego, para gozo tuyo y beneficio de otras personas, es una forma de dar significado a la vida más allá de las circunstancias que se atraviesen y de las vicisitudes que enfrentes. Encontrar el significado de la propia vida, permite sortear tempestades al tiempo que facilita la vida disfrutar.

 

Y, en fin, trata de romper esquemas, de cuestionar las rutinas, de ser poco a poco alguien nuevo, mejor. Crecer personalmente es una tarea larga pero placentera. Mirar atrás y dar cuenta de cuánto hemos avanzado es siempre un aliciente, descubrirnos nuevos y mejores es el obsequio por tu esfuerzo. Busca los pequeños cambios que te sean útiles en este camino. Es más, de ser el caso, date el gusto de comer despacio aquellas doce uvas, no las cargues con deseos como velas de pastel. Genera el cambio de a poco y verás que los propósitos no son cosa de magia, pero al percibir que avanzas satisfechamente en tu camino de vida experimentarás una sensación de satisfacción.

Mi Proyecto de Vida

 

 

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