¿Naturales, descolocados o arrojados?

Porque los singulares no somos todos iguales

No todos los solteros miramos y experimentamos del mismo modo nuestras circunstancias. Hay quienes hemos abrazado amorosamente este estado, pero hay quienes van en el camino de aceptarlo o de rechazarlo. Aquí la primera entrega sobre las distintas maneras de vivir la soltería.

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 3 minutos

Singulares naturales

Las nuevas generaciones tienen una concepción particular de la vida de pareja y de la vida individual. Libres de las ataduras del “deber ser” del pasado y, al mismo tiempo, presas de la celeridad de las comunicaciones, de los permanentes cambios y de la velocidad de la vida, no creen en la permanencia absoluta, ni en las verdades totales, ni en los amores eternos. Esta generación de jóvenes millenials vive la vida día a día.

Pueden hacerse felices a ellos mismos y satisfacer también a otras personas

No es que no quieran “sentar cabeza” y fundar una familia en un futuro; pero la rapidez de la permanente transformación, la falta de certezas de lo que quizás alguna vez (en su temprana infancia) consideraron “inmutable” y el apremio de la cotidianidad, les lleva a considerar que tienen que forjar un futuro por sí mismos y que lo central es pensar en “salir airosos” de los retos inmediatos y descubrir quiénes son en sus intercambios cotidianos.

La soltería es su único modus vivendi, por lo que se dejan llevar por las obligaciones básicas y la organización elemental. La confirmación de que pueden hacerse felices a ellos mismos y satisfacer también a otras personas (cambiantes, no necesariamente constantes) es suficiente para continuar su camino.

Singulares descolocados

Dentro de la soltería, existe un grupo que piensa que llegó el momento de “sentar cabeza” y madurar y que eso se logra con una pareja. Este grupo se ve arrastrado por la cultura de la “matrimanía”, como la nombra Bella DePaulo en su libro Singlism, donde habla sobre la cultura dominante, la que considera -de forma automática- que la vida es mejor en pareja, sobre todo si se reviste con el rito matrimonial. Estos solteros se sienten inadecuados, “defectuosos” o rechazados porque no han encontrado a su “media naranja”.

Existe un grupo de solteros que piensa que llegó el momento de “sentar cabeza” y madurar y que eso se logra con una pareja.

No es poco común que pospongan proyectos estimulantes o valiosos por darse a la tarea de encontrar “su amor ideal”. Asimismo, piensan que lo que hasta hoy habían vivido era “válido” porque eran jóvenes y estaban en etapa de experimentar, pero que llegó el ingreso a la “madurez” y corresponde ahora conocer a alguien, casarse y tener hijos. Pareciera que, a la hora de darle significado a su vida, lo prioritario son los vínculos de pareja, y no los diversos vínculos amistosos, laborales y culturales.

Singulares arrojados

Estos solteros son aquellos que llegaron a serlo a causa de un divorcio, una viudez o una separación no deseada. Además de la frustración, el dolor y el resentimiento que les pueda producir su estado, albergan sentimientos de enojo, depresión y angustia contra ellos mismos o contra su expareja.

Viven la soledad como amenazante y desoladora, reniegan, se victimizan.

Detenidos en el pasado y paralizados ante el futuro, rara vez (aunque hay excepciones) prueban las mieles de la singularidad. De cierto modo, viven en una especie de negación, en la que suelen tener ideas tales como: “esto es pasajero”, “pronto encontraré a alguien”, “¿será que estoy haciendo algo mal?”, considerando que lo natural y lo correcto es estar emparejados la mayor parte de la vida.

Asimismo, viven la soledad como amenazante y desoladora. Reniegan, se victimizan, piensan “que cualquier tiempo pasado fue mejor”, y esperan (unos más que otros) regresar al equilibrio que tuvieron en algún momento anterior de su vida.

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