En este artículo te hablaré de ¿Cómo lidiar con un padre ausente?.
Escrito por: Tere Díaz
Tiempo de lectura: 5 minutos
En nuestra sociedad la crianza parece ser más un tema de las madres que de los padres, y si bien en las últimas décadas se ha pasado de una sociedad autocrática y jerárquica a una sociedad de mayor igualdad de género y social, los hombres se han ido posicionado más como proveedores que cómo guías emocionales de sus hijos, es decir: como un protector físico con distancia emocional, un extraño afectivo a quien se ama porque se extraña y no por lo que se comparte con él.
Carecemos de buenos padres
Y más en un país como el nuestro, definido como patriarcal, con claras directrices machistas, nos hemos configurado también como una sociedad huérfana de padres. Si a esto sumamos que cada vez más las parejas jóvenes se separan, siendo los padres los que se retiran de casa y las madres las que se quedan con la custodia de los hijos, es por eso que necesitamos nuevos tipos de masculinidades (no hegemónicas) y nuevos paradigmas de crianza de los hijos de acuerdo a la realidad que vivimos.
Se requiere una “nueva paternidad” que supere los flamantes discursos a la moda social que se regocija en “los pañales cambiados” y en la disposición paterna a convertirse en “amigo” de los hijos. No ignoro los esfuerzos individuales de muchos hombres por salir de esa horma y entrar en la de una paternidad nutricia y emocionalmente potente y comprometida.
Pero la labor no es sencilla.
Quien opta por una paternidad comprometida tiene una doble y a veces agobiante misión: proponer una nueva vivencia de su rol y hacerlo en un medio donde muchas veces se encontrarán solos, incomprendidos o adaptados para otros fines, más si el divorcio los ha alejado de criar en pareja. Uno de los campos más fértiles en donde un varón adulto puede desplegar su hombría esencial, la verdadera, es el ejercicio pleno de la paternidad. Mientras esto no ocurra, el paradigma masculino tóxico les seguirá producido una herida irreversible.
La realidad es que carecemos de buenos padres.
En lo personal pienso que la paternidad o el amar sencillamente se aprenden como un efecto necesario de las vivencias que ocurren a lo largo de la vida. Osea, no es un bien genético hereditario instintivo, es un atributo construido a través de relaciones sociales dependientes de la época histórica y la influencia de la cultura de un grupo determinado.
Se aprende a amar a una pareja o un hijo y esa es una tarea de la sociedad, de la familia, de la pareja, de los padres. Como dice Marcela Lagarde: “La maternidad en las mujeres trasciende lo biológico. Ser madres no es el resultado de un suceso obligatorio, privado de experiencias, así como tampoco es la respuesta específica a una necesidad fisiológica.
No es un acto automático al cual a un estímulo le corresponde una respuesta, para nada.
El instinto maternal es un mito que ha naturalizado el fenómeno de la maternidad, dejando a la mujer prisionera de una “misión” biológica impuesta con un dejo de fanatismo fundamentalista preocupante” “Es así que partimos del principio de que un padre sin compromiso y emocionalmente distante de sus hijos es una figura socialmente construida y no biológicamente determinada. Por ello, entonces, la figura del padre comprometido, que cuida de su hijo, es también una realidad que puede y debe construirse maternal, paternal, familiar y socialmente”.
Con una actitud propositiva y teniendo en cuenta que el objetivo de todo padre es dar lo mejor a sus hijos, pienso es posible sobreponerse a los mandatos de género y afrontar la crianza compartida como una opción posible y necesaria. Sin duda no todos lo lograrán, pero todo deberían intentar y realizar su mejor esfuerzo porque el beneficio para los hijos (y los padres) vale la pena. Incluso para quienes han renunciado a la paternidad biológica, no así a la capacidad de educar amorosamente a alguien más.
Beneficios de una paternidad activa