Ayuda, que eso te ayudará…

¿Sí será que esa frase tan trillada en mi escuela primaria -“en el servicio se encuentra la alegría”- aún aplica? Sobre todo en un mundo bastante individualista donde pareciera que el “¡sálvese quien pueda!” (y como pueda), es la norma… Ante ello, ¿qué hacer? Hablemos cuando ayudar te ayuda.

Hoy Acapulco está devastado, viviendas, hoteles, vehículos en situación de pérdida total y tristemente miles de personas que perdieron sus casas y algunas más, hasta la vida.

Sin duda hemos de cuestionar qué es lo que está detrás de esa motivación de dar, de servir. Supongo que si la entrega tiene que ver con la necesidad frenética de ser aceptados, reconocidos y “queridos”, a costa de las propias necesidades y deseos,  o bien, con el deseo de no “crear olas” para evitar, cueste lo que cueste, que los demás se enojen con uno… o con el manejar “las culpas” mediante dádivas “purgatorias”…, la historia termina dejándonos vacíos, agotados y frustrados. 

Pero más allá de esos extremos infructuosos y desgastantes, quiero pensar en esa capacidad empática que tenemos los seres humanos, aquella que nos permite ponernos en la piel de los demás y dar y darnos sin esperar tanto a cambio. Esa tendencia bondadosa que a veces se perturba por la vida agitada que llevamos y que nos impide prestar atención, -ya sea por “falta de tiempo”  o porque la sociedad se encarga de distraernos con todo y a cada rato-; o bien por eso de “repartir las propias responsabilidades” y pensar que otro hará algo por alguien exentándome de hacerlo

Pienso que, -muy a pesar de muchos que darían de gritos con la siguiente afirmación-, el altruismo es innato a los seres humanos, y bien podemos aprenderlo y potenciarlo o ahogarlo. Hay una fuerte correlación entre bienestar, felicidad, salud y longevidad, y compartir tiempo con los demás, compartir los propios recursos y capacidades con otros y apoyar en situaciones de dificultad

¡Ayudar, parece que tiene recompensas!

Algunos estudios confirman que se advierte una sensación de felicidad, tanto si adquirimos bienes materiales, como si tenemos experiencias de empatía y ayuda a los demás. La diferencia es que, tras una experiencia material, se regresa más pronto al nivel inicial de felicidad, mientras que tras una experiencia emocional relacional, el nivel de felicidad se sostiene alto durante más tiempo. 

El profesor William Harbaugh mediante una investigación realizada en la Universidad de Oregon, encontró en un grupo de voluntarios implicados en servicios sociales que el dar activaba en su cerebro los centros del placer. ¿Será por eso que las personas que colaboran con el bienestar de los otros priman las relaciones frente a la adquisición de bienes materiales?

Me atrevo a afirmar que ayudar a los demás no es un lujo, sino una necesidad mental y física. Darle la espalda a lo que somos nos restará bienestar. ¡Ayuda!, y ayúdate ayudando a los demás. ¡Ayuda a Acapulco!.

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