Todos deseamos tener una buena vida

De una manera u otra, con visiones y convicciones muy personales, la mayoría de nosotros enfocamos nuestros esfuerzos en alcanzar una buena vida.

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 4 minutos

En un mundo en donde pretendemos “dar carpetazo” al sufrimiento, y la búsqueda sostenida del placer es la norma que rige las actividades diarias, la idea de merecer ser felices -sin entender bien en que consiste- entorpece el tan ansiado estado de bienestar. ¿Estará nuestro genuino deseo de ser felices mal enfocado? ¿Será acaso la búsqueda desesperada de la felicidad lo que nos impide conquistar una vida suficientemente satisfactoria?

¿Fracasamos en la conquista de la felicidad por no saber dónde y cómo buscarla?

En la antigua Grecia ya Aristóteles hablaba de la eudemonía, a la cual los estoicos llamaban tranquilidad del ánimo. Esta palabra se entiende hoy como bienestar o como una buena vida, la cual no implica un estado permanente de emociones positivas ni tampoco de experiencias placenteras. Más bien se refiere a una paz más profunda que viene de la comprensión y la aceptación de la vida.

Hablando desde la ciencia

Investigaciones realizadas por el Doctor Matthew T. Lee en las Universidades de Harvard y Baylor como parte del proyecto Estudios Integrales del Florecimiento Humano, entienden la felicidad desde una mirada más amplia. El concepto de florecimiento humano se entiende como “un viaje” que implica a la persona con su carácter y deseos, así como a su contexto que incluye la comunidad a la que pertenece y a su entorno natural. Propone que podemos trabajar en nuestro bienestar desde las siguientes dimensiones:

  • Felicidad y satisfacción de la vida
  • Salud mental y física
  • Sentido y propósito
  • Carácter y virtud
  • Estrechas relaciones sociales
  • Estabilidad financiera y material

Estas dimensiones se pueden desplegar en varias áreas de nuestra vida y toman mayor o menor relevancia en las diferentes etapas que atravesamos.

No es el destino, es el trayecto

Lo más relevante de esta propuesta es comprender que la felicidad, en sí misma, no es el objetivo de nuestra vida, sino transitar un sendero con una actitud de florecimiento interior. La necesidad de buscar placer permanentemente no es la meta; y el tenerlo claro facilita desarrollar la tolerancia a la frustración y la capacidad de posponer la gratificación, evitando así tomar atajos falsos que, generalmente, nos meten en mayores problemas.

Para cultivar ese estado de serenidad sostenida, el Doctor Lee sugiere iniciar con sencillas reflexiones sobre cuál es nuestro punto de partida en cada una de las dimensiones mencionadas y escoger una de las áreas donde queremos poner foco para comenzar.

Paso a paso se genera el camino, se cultiva la satisfacción, se desarrollan nuestras competencias. Y sí, no olvides que estos son los primeros pasos para una travesía que dura toda la vida…

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