¿Necesito terapia?

Cuando sí se requiere consultar a un profesional…

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 6 minutos

Habitamos un mundo que nos presenta cotidianamente multiplicidad de retos a enfrentar. La vida se ha enriquecido con los avances científicos y sociales, y al mismo tiempo se ha vuelto complicada: los cambios acelerados y la necesidad de adaptarnos a ellos -el estilo de vida veloz y demandante, la multiplicidad de escenarios posibles a elegir: en el trabajo, en las relaciones, en los estilos de vida familiar, el progreso tecnológico que nos facilitan la vida y nos acercan a la gente al tiempo que nos individualizan y segregan-,  generan con frecuencia una infinidad de efectos en nosotros que difícilmente podemos entender y manejar.

Sin adentrarnos al mundo médico, donde el asunto de la “enfermedad mental” es el punto central de la intervención psiquiátrica, cabe distinguir algunas situaciones y desafíos que generan un sufrimiento emocional, -en ocasiones innecesario, en ocasiones indispensable para movernos hacia una situación de vida mejor-, siempre utilizable a nuestro favor: para entendernos, trabajar en nosotros mismos, transformarnos y manejar nuestra vida mejor.

El pedir ayuda terapéutica profesional, aún en pleno siglo XXI, tiene en ciertos contextos un sesgo de anormalidad, debilidad, locura y deficiencia. Es llamativo, por el contrario, que en otros espacios sociales, el haber asistido a terapia o contar con algún tipo de experiencia psicoterapéutica, es símbolo de estatus, de “caché”, requisito de pertenencia e incluso un “control de calidad”.

Más allá de los juicios y prejuicios en relación a la psicoterapia, muchos de nosotros, antes que después, hemos vivenciado el sentirnos:

  • Atrapados ante algún problema que nos rebasa
  • Atemorizados y extrañados por algún síntoma que persiste –insomnio, angustia, pensamientos obsesivos, cansancio–
  • Desconcertados al experimentar un dolor profundo y un sufrimiento intenso que no podemos ni superar ni manejar

Incluso en la mayoría de los casos, ni siquiera entender…

Son diversas las reacciones que podemos tener ante estos malestares físicos y emocionales:

  • Algunos conversamos con amigos, leemos algún material relacionado al tema que nos acontece, hacemos ejercicio, y confiamos que con que estas acciones daremos solución a nuestro problema.
  • Otros cuestionamos si la intensidad de nuestro sufrimiento es suficiente como para pedir ayuda: tememos exagerar y tememos aún más ser “entre raros y anormales”. A veces, dejamos pasar mucho tiempo, doliéndonos en la soledad, antes de solicitar apoyo profesional.
  • Algunos más nos damos cuenta que nuestro desequilibrio tiene que ver con algún evento doloroso que estamos enfrentando: la pérdida de un empleo, un duelo por muerte o separación, el cambio de vivienda, la partida de los hijos… pero aunque podemos entender racionalmente lo que nos ocurre, no logramos acallar ni aliviar el sufrimiento que sentimos.
  • Hay quienes dejamos pasar los días confiando que “el tiempo todo lo cura”, hasta que una franca serie de síntomas se apodera de nosotros trastocando nuestro bienestar emocional.

Hay situaciones particulares que, sin duda, ameritan consultar a un profesional. Parece mentira como en caso de situaciones laborales emprendemos cursos de capacitación, adquirimos equipo de trabajo, consultamos asesores; y, por el contrario, en asuntos personales, pensamos que “echándole ganas”, con energía, paciencia y buenas intenciones, los problemas se resolverán.

Si bien, el paso del tiempo, los consejos de los amigos, las lecturas oportunas, y el ejercicio, son siempre aliados valiosos para resolver conflictos y transitar experiencias dolorosas, no siempre son intervenciones suficientes para repuntar. Agrego que una pérdida, un problema, una crisis, normalmente remueve asuntos del pasado, vivencias de tiempo atrás que, o bien no se resolvieron en su momento, o ni siquiera se reconocieron como factores lastimosos a considerar.

En efecto, las crisis presentes, generalmente, invitan a repensar el pasado y a resignificarlo, a aumentar nuestro conocimiento personal y a desarrollar nuestros recursos a favor de una vida con mayor agencia personal.

¿Qué es entonces la psicoterapia?

Una psicoterapia es un espacio íntimo con un profesional de la salud mental, donde se trabaja conjuntamente a través de la palabra -y de otras técnicas dependiendo de la especialidad del terapeuta-, para conseguir los recursos y estrategias que generen los cambios necesarios para aliviar y, si es posible, eliminar, aquellas situaciones, conductas, pensamientos o síntomas que están generando un malestar en nuestra vida personal.

No se trata de eliminar “lo que no nos gusta”, sino entender el mensaje del síntoma, del malestar, del problema, para darle una salida oportuna, constructiva y mejorar así la calidad de nuestra vida.

Los psicoterapeutas, -que en su mayoría son psicólogos, psicoanalistas o psiquiatras, pero que también los hay pedagogos, trabajadores sociales, sociólogos- son especialistas que se han formado para entender y conocer el comportamiento humano: profundizar en el tema de las emociones y los sentimientos, en las razones que mueven la conducta de las personas, en  las características de sus relaciones y en todos los mecanismos que nos llevan  a ser las personas que somos.

Un psicoterapeuta cuenta con los conocimientos, las herramientas y las técnicas para evaluar la situación del consultante, establecer las bases de su malestar y acompañarlo a través de un proceso a conocerse, manejarse y resolver sus dilemas y malestares.

El objetivo de un proceso de terapia es mejorar la calidad de vida de quien consulta a través de un cambio en su conducta, en sus actitudes, en sus pensamientos o en sus afectos. Sin pensar en soluciones rápidas ¡es sorprendente observar que a veces el cambio inicia desde el momento mismo en que se solicita la primera consulta!.

¿Qué tipo de psicoterapias existen? ¿Son todas iguales?

Existen diversas y variadas corrientes y enfoques dentro de la psicoterapia. Sus diferencias radican en los conceptos teóricos en que se basan y en las técnicas de intervención que utilizan para favorecer el cambio.

Es cierto que el ser humano tiene la capacidad de pensar, sentir, y actuar: quizás la primera distinción, entre los diferentes enfoques terapéuticos, consistiría en intervenir y generar el cambio en el ámbito de la conciencia y la razón, en el mundo afectivo o bien en la conducta del consultante a través de la acción.

Sin duda somos seres complejos y relacionales, con un mundo consciente e inconsciente, de ahí las diversas posibilidades de promover la transformación.

Algunas de los abordajes más comunes son:

        • Psicoanálisis
        • Logoterapia
        • Terapia Gestalt
        • Terapia cognitiva
        • Terapia conductual
        • Terapia familiar
        • Terapia de pareja
        • Entre otras…

Cada uno de estos abordajes terapéuticos pretende ofrecer salida a diferentes problemática. No es lo mismo un problema de duelo por una separación que una agorafobia; no se trabaja igual con una experiencia de vacío existencial que con una franca depresión. Por esto, la especialización de quienes ejercemos la psicoterapia requiere de unos principios y de un proceso de formación y experiencia en su ramo particular. Del mismo modo, tú como consultante, tienes que distinguir someramente la naturaleza de tu malestar para acudir con el profesional indicado.

Dentro de esta gran diversidad de opciones terapéuticas, existen dos características que las unifican a todas:

        • El contacto directo y personal entre el psicoterapeuta y quien consulta, principalmente a través del diálogo.
        • La calidad de la relación terapéutica que implica una relación de ayuda, destinada a generar el cambio en quien consulta.

¿Cómo reconocer que requiero pedir ayuda profesional?

No vale la pena llegar a un sufrimiento extremo o a sentirse asfixiado y hundido para acudir a terapia: detectar el síntoma a tiempo te facilitará una más sencilla y rápida solución.

Cuando sientas un malestar que no logras solucionar tras dos o tres intentos, y observas que dicho malestar se mantiene por un periodo sostenido de tiempo, es el momento de solicitar ayuda profesional.

Te comparto algunos puntos que te permitirán evaluar si te ha llegado  el momento de consultar:

        • Piensas que todo te sale mal y pierdes la esperanza de que esa situación vaya a cambiar.
        • Experimentas habitualmente tristeza, falta de ilusión, flojera y apatía.
        • Te sientes desesperado.
        • Requieres de usar alguna sustancia o estar con alguna persona para que funcione tu vida.
        • No puedes disfrutar las cosas buenas que pasan en tu diario vivir.
        • Con frecuencia te sientes mal de salud o presentas síntomas físicos sin un claro origen.
        • Lo que sientes y lo que piensas no es acorde a las situaciones que vives.
        • Entras constantemente en conflicto con otras personas y se están afectando tus relaciones.
        • Quieres cambiar algunas conductas pero no sabes cómo, o intentas cambiar pero no lo logras.
        • Estás paralizado y no puedes tomar acciones para mejorar tu situación.
        • Sentimientos fuertes se apoderan de ti y te impiden tener la vida que deseas.
        • No estás pudiendo funcionar en la vida cotidiana y esto te está perjudicando.
        • Te sientes solo e incomprendido.
        • Percibes tu entorno amenazante.
        • Recurrentemente te dices: ¡necesito ayuda!

Si presentas dos o tres de estos indicadores por un periodo de al menos tres meses requieres tomar acción y pedir ayuda. Es de sabios derrotarse y consultar.

No olvides que la psicoterapia no solo es útil en caso de problemas, también funciona como medida de prevención. Anticipa crisis innecesarias y evita riesgos desmedidos consultando a tiempo y equipándote con los recursos que te permitirán prevenir consecuencias negativas para tu persona y tus relaciones.

La psicoterapia también funciona para aquellos que quieren conocerse más, entenderse y aceptarse, en aras de una vida más plena, de una vida mejor…

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