Mamá, papá, ¿a quién quieres más?: La rivalidad entre hermanos

Hablemos de la Rivalidad entre hermanos.

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 5 minutos

Somos seres sociales, hemos sobrevivido y evolucionado a lo largo de millones de años por nuestra necesidad, capacidad y gusto por generar vínculos, pertenecer y cooperar, y el primer entrenamiento a nuestra socialización se da justo en el seno de la familia.

Dentro de nuestra familia los intercambios con nuestros pares (hermanos, primos, hermanastros y hasta ahijados que algunos progenitores deciden adoptar), son un laboratorio que nos enseña a relacionarnos, a competir, a compartir, a ofendernos y defendernos, a perder, a ganar, y no pocas veces, a someternos y a abusar.

Sí, los hermanos van de todo eso, y las historias acaban bien -con suerte- y, a veces, requete mal.

Del egoísmo al amor

Todos nacemos siendo egoístas, y es en el devenir de la vida que se conquista -con práctica, acompañamiento y voluntad- la capacidad de no ver únicamente por las necesidades, deseos e intereses propios, sino poder también renunciar a uno mismo para ayudar a los demás. Pero lograr esto requiere de un entrenamiento en las primeras experiencias de vida.

Los niños aprenden mejor a posponer sus deseos y a colaborar con sus hermanos cuando están vigilados y contenidos por sus padres, y demás adultos a cargo de su desarrollo. Nacemos, a diferencia de otros animales, con un cerebro muy inmaduro; nuestro proceso de desarrollado es lento y madurar nuestras funciones cognitivas lleva un largo tiempo: comprensión, distinción, reflexión y la toma de consciencia de uno mismo y de los demás.

Entonces, lo que rige a los niños es más el impulso y la emocionalidad que la razón, así nos parecerá entendible que su instinto de supervivencia y sus deseos los lleven a competir por los recursos limitados que ofrecen los padres, generándose una inevitable rivalidad para obtener más de aquello que quieren.

¿Por qué compiten los hermanos?

Los recursos son siempre –en mayor o menor escala- limitados; esto incluye tanto el alimento y ciertas comodidades materiales, como el tiempo, el cariño, el reconocimiento y la atención de mamá y papá.

Por más que los padres intentemos ser lo más justos, lo más abundantes, y lo más atentos posible, ni somos perfectos, ni hay recursos ilimitados en el seno familiar. Por eso es difícil derramar bendiciones, cuidados y privilegios a todos por igual.

A ser buen hermano se aprende…

Si bien es natural que muchos hermanos convivan y sobrevivan juntos -por mucho tiempo y bajo el mismo techo- el amor fraternal no es del todo natural.Es más natural una cierta mezcla de cariño y competencia inevitable, acentuada cuando los recursos materiales, emocionales, intelectuales son más limitados.Los aguiluchos al romper del cascarón empujan a los vástagos más pequeños fuera del nido con el fin de tener más comida.

¿Cómo no imaginar a hermanos viendo qué, cuándo, y cómo aventajar a los demás?

Así, los hermanos se constituyen desarrollando sus diversos roles y, sin el deseo de etiquetar a ninguno, es cierto que es común el “síndrome del hermano menor” que siente que siempre pierde; el del “hermano sándwich” que tiene que hacer mucho ruido para que le pongan atención; ni qué decir del “mayor responsable” que es castigado por lo que los demás destruyen; y el “que se nos olvidó que existe”.Por eso no se puede dejar de decir que los padres somos quienes tenemos más responsabilidad en cuanto a las interacciones de nuestros hijos, y todo con el fin de ayudarlos a transitar en el tiempo esa inevitable competencia y rivalidad.

HIJOS SANOS, CONTENTOS Y LIBRES

Beneficios de una paternidad activa

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