Estado civil: Estar

Hablemos del Estado civil, porque es una forma de estar.

Escrito por Tere Díaz

Tiempo de lectura: 5 minutos

¿Somos o estamos?

El estado civil es una noción técnica que nos diferencia y distingue, no solo legalmente de los demás, sino en las fiestas, en las casas, en el cine, en los trabajos, en los restaurantes y en las transacciones comerciales… es decir: en la manera de ser vistos y tratados en la vida en general.

¿Cuáles son esos estados civiles?

Soltero, del latín solitarius es aquel que no está casado; casado es el que ha contraído matrimonio; el viudo es al que se le ha muerto su cónyuge y no ha vuelto a casarse; divorciado es la persona cuyo vínculo matrimonial ha sido disuelto;

separado, el que ha interrumpido la vida en común con su cónyuge, conservando el vínculo matrimonial.

Y ahora, como novedad hay quienes agregan.

El Conviviente es con quien comúnmente se vive, para identificar a aquellos que se comparten en una vida de pareja carente de formalidad…

¿Carente de formalidad?

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Vamos a ver…

Pues, parece que reconocer “la convivencia” como estado civil implica una posición realista en relación a los nuevos comportamientos amorosos y sin duda reivindica una nueva posibilidad de amar:

comprometida pero sin casa

–sin casamiento–, distinto, fácil unas veces –y en otras no tanto–, creativo, relajante en ocasiones, cansado también.

Pero una manera más, una posibilidad que se vale, que cuenta, que sí es amor, que no puede entrar en la categoría binaria de “fácil o difícil”, “buena o mala”, “comprometida o informal”, es mucho más que eso, mucho más…

No hay duda que a lo largo de la vida podemos ir alterando nuestra parada en el mundo, ya sea porque lo decidimos o porque nos lo decidieron, pero pocas personas en la actualidad serán de una u otra manera y vivirán de uno u otro modo.

Por eso cabe la pregunta ¿ser o estar?

Uno no es ni casado, ni soltero, ni viudo o divorciado…

Si estoy casada, estoy soltera o me estoy divorciando y me vivo distinto, pienso diferente y requiero cosas y relaciones diversas dependiendo de esto que estoy atravesando.

Y es que el estado civil no es una manera de ser sino una forma de estar.

Estar en un lugar, en un tiempo, con uno mismo, con alguien o con los demás.

Hay quienes a capa y espada quieren conservar el mismo estado “para siempre” y se resisten a que cambie, se extinga, se trastoque.

Cuánta confusión y dolor hay en aquellos que dicen: “¡yo siempre seré el esposo de…, aunque ella se haya ido!”

O bien de quienes afirman:

“que aquello vivido con aquella persona terminó y no sólo hoy ya no es nada, ¡sino que nunca lo fue!”.

Más aún los que dicen regresando a la soltería, por gusto o por disgusto dicen que “¡casados nunca más!”

¿Será que en realidad uno pasa de ser casado a ser divorciado, cierra la carpeta del matrimonio y “tan tán”? ¿Se puede, siendo soltero de nuevo, olvidar las vivencias de una vida compartida y pensar:

borrón y cuenta nueva” y ya?

¿Acaso las huellas de un divorcio dejan de ocupar un espacio en nuestra existencia, y ser un parteaguas que tiñe el camino de volver a empezar?

¿Es posible que una nueva pareja, “convivente” o lo que sea, tenga nada de “casamiento” y de conyugalidad? 

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En estricto sentido, sólo puedo tener un estado civil que “es” y “debe ser” reconocido por la ley civil.

Bueno sí, el estado civil no es plural es alternativo: uno u otro y por tanto excluyente, o estas casado o estas soltero, o eres viuda o bien eres divorciada…

Pero la experiencia de vida no es así.

Si bien uno a lo largo de la vida porta diversos estados civiles y se reconoce claramente en uno de ellos, la momentaneidad de los mismos es diferente a la realidad de la toda la experiencia:

uno nunca deja de llevar a cuestas lo que fue y lo que vivió, y no sólo porque se traslapan las vivencias en el cuerpo y en el corazón, sino porque a veces los hijos, en ocasiones los amigos, quizás ¿mi ex?, 

o ¿mi next?, y muchas veces uno mismo, que ameritan malabares para ubicarnos: soltando roles, sumando papeles, dividiendo responsabilidades, aprendiendo posicionamientos, conjugando, integrando, entendiendo…  

Los pasajes de un estado civil a otro

Si bien, pasar de un estado civil a otro es una evolución poco pacífica, pero sí pausada que requiere reconocimientos externos y acomodos internos.

Sin duda, imperan las reglas sociales y la necesidad de los demás de ser esto o ser lo otro, pero toma su tiempo la transformación interna que integra todas las experiencias vividas, con sus sabores y desencantos.

Porque entre el afuera y el adentro, primero está nuestra paz

No hay que olvidar que el tiempo siempre tira pa’ lante, no se puede regresar,

y aun continuando nuestra aventura de vida, siempre queda algo de nostalgia, mucho de aprendizaje, suficientes recuerdos, y con suerte bastantes cosas que agradecer. 

No pretendo afirmar, con este “ir y venir” de pensamientos y palabras, que cuando se han habitado diferentes territorios amorosos,

podemos ir por el mundo dando dobles mensajes a los otros y a uno mismo; tampoco se trata de jugar a que tenemos todo y no se puede más.

Ir y venir

El tema es recopilar nuestra experiencia y, sin pelearnos con su contradicción y ambivalencia, entendernos como seres complejos, aderezar la vida y abordarla hasta donde sea posible, con sencillez y simplicidad.

 

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