¡Qué importante es observar, en el momento de elegir pareja, si tu futuro candidato está abierto al cuestionamiento, al desafío y a la asimilación del malestar y el dolor!. El amor dura, si la pareja es madura.
Escrito por: Tere Díaz
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Sin duda existe una correlación entre la magnitud y frecuencia de los problemas y duelos afrontados de manera oportuna y el grado de madurez alcanzado: el número de situaciones críticas atravesadas a lo largo de la vida y la posibilidad de resolverlas en forma constructiva son el más preciado camino de crecimiento. Paradójicamente, el sufrimiento bien asumido es un atajo hacia la madurez. Mientras más trascendentes sean las situaciones vividas y más responsables las decisiones tomadas, mayor será el aprendizaje y el desarrollo obtenidos.
La madurez a que aspiramos todos, facilita una vida equilibrada e incluye los siguientes aspectos:
- Te proporciona la habilidad para conocerte y desarrollar la capacidad de estar consciente.
- Te da la capacidad de ser tú mismo y de “ser original”: de relacionarte afectivamente sin perder la individualidad. De encontrar el equilibrio entre autonomía y pertenencia.
- Manejar en forma adecuada los afectos, es decir, aprender el lenguaje de los sentimientos y las emociones.
- Reflexionar y ser autocrítico.
- Facilita la tolerancia a la frustración y la capacidad de posponer la gratificación.
- Te exhorta a responsabilizarte de tus actos.
- Da un sentido y propósito a tu vida con base en tu escala de valores.
La madurez se conquista a pasitos: cada día tomamos decisiones, desde muy simples, cotidianas e intrascendentes hasta aquellas que marcan de manera crucial y determinante el futuro de nuestra vida.
A veces minimizamos los pequeños actos cotidianos pensando que sólo “las grandes decisiones” modifican la ruta de nuestro destino.
Sorprende descubrir que los cambios sostenidos a lo largo del tiempo nos llevan a lugares inesperados. El cambio es un proceso, no un evento; aun las experiencias cruciales de la vida se asumen poco a
poco: el dolor ante una pérdida de un ser querido, una enfermedad que ponga en peligro la vida, una bancarrota o la propia jubilación.
Como verás, el dolor es una experiencia que te hace despertar, que sirve para darte cuenta y tomar conciencia de tu propio ser. Además de ser facilitada por el propio diálogo interno, la conciencia de “despertar” se puede alcanzar mediante el acompañamiento de otro ser humano: un amigo, algún familiar, un consejero religioso o un terapeuta que te acompañen en tu camino personal.
Cómo sostener el deseo en la vida de pareja, con Nilda Chiaraviglio