¡SOBREVIVE A LA FAMILIA ESTE 24! Guía práctica para no “deschongarnos”esta Navidad

Tenemos encima las fiestas decembrinas y junto con ellas el “gusto y el susto” de sentir que también se nos “viene encima” todo el ejército familiar. Acercándose los eventos navideños se hace inevitable el deseo de muchos de poner al día las relaciones “archivadas”a lo largo del año y con tal objetivo promovemos cenas, intercambios, visitas, inculos viajes de corta, mediana o larga duración. Y entre los múltiples festejos esperados parece que uno de los más gratificantes, y también más desafiantes, es la reunión con nuestra propia familia.

 

            La familia acostumbra ser una fuente de apoyo, cariño y diversión,

pero al mismo tiempo puede mostrar la otra “cara de la moneda” y desatar en nosotros un ramillete de abogios, enojos, conjuros y ansiedad.

En nuestro diario vivir  seguramente alternamos con aquellos familiares con quienes nos sentimos más identificados y cómodos, pero a la hora de los eventos “multitudinarios” caemos en cuenta que tenemos que convivir con “todo el gremio” sin poder escoger con quién sí y con quién no.

Si bien algunas familias promueven más que otras el crecimiento y el bienestar de sus integrantes, todas encarnan una serie de patrones de conducta y de dinámicas relacionales que se reactivan cuando sus miembros se vuelven a juntar.

Sin duda algunas familias que son francamente tóxicas y lastimosas (de ellas escribiré más adelante),

pero considero que abusamos del tan trillado término “familias disfuncionales” cuando lo que queremos señalar son algunas actitudes, “locurillas” y acciones de nuestros familiares que nos incomodan y hasta nos llegan a hacer enojar.

Y es que si le “rascamos” un poco, todos vamos a encontrar conductas “raritas” en nuestra parentela, que no por ser “comunes y corrientes” (a veces más corrientes que comunes)  son fáciles de entender y manejar.  Por eso pensemos con cierta aceptación que de “poetas y locos, todos tenemos un poco” y veamos cómo capotear tales situaciones en esta Navidad.

 

Aunque te resistas a aceptarlo…

 

Lo quieras o no, lo creas o lo nieges, te guste o no te guste, tú, de una u otra forma participas en lo que pasa en la vida de tu familia. Ya sea porque le echas muchas ganas para que todo sea “miel sobre hojuelas”, porque te echas “en reversa” para evitar estar los domingos con ellos, o porque le echas “leña al fuego” para ver si de verdad te quiere tu papá, tu presencia o tu distancia, tu opinión o tu silencio, tu gracia o tu antipatía, tienen un impacto en toda la dinámica familiar.

Y sí, las reuniones familiares activan los viejos rencores, las férreas competencias, los inatendidos reclamos, y a veces hasta las lágrimas de mamá.

¡Es que nunca falta el hermano que llega tarde y todos tienen que esperarlo para iniciar la cena!, o la cuñada incómoda con gestos de disgusto que no puede disimular,  el abuelo al que se le pasaron las copas, la prima que se hizo “güey” con el regalo, hasta tu hijo que se aburrió antes de tiempo y se puso a molestar…

Las dinámicas familiares tienen su propia inercia más allá de los buenos deseos de sus integrantes, pero aún así, un pequeño cambio en tu conducta –como parte del sistema familiar- puede hacer que algo mínimamente varíe, o al menos que tu puedas  -entre pavo, regalos, y villancicos- sentirte más cómodo y poder “alguito” disfrutar.

 

Tips para no tirar tu terapia a la basura en quince días.

Las fiestas navideñas, con sus viajes, posadas y cenas, se tienen que preparar; esto permitirá que las celebraciones fluyan más civilizadamente y de algún modo tú te puedas acomodar mejor. Así que dividamos el asunto en “tres tiempos” -antes, durante y después-  y reflexionemos sobre algunas estrategias que pueden serte de utilidad en cada etapa de la celebración.

 

Antes…

Podemos sobrevivir, incluso disfrutar las fiestas navideñas, si nos tomamos el tiempo de anticipar ciertas situaciones y nos preparamos mentalmente para saberlas afrontar.

  • Escribe tu carta a Santa Claus y suéltalaaaaaaa. Tómate algunos momentos para reflexionar tranquilamente qué quisieras que ocurriera en esos días y qué temes que llegue a pasar.

La mayoría de nosotros, cuando nos reunimos con nuestros familiares, tenemos la expectativa –clara o sutil- de que “en esta ocasión” sí nos escucharán, sí repararán el daño que nos hicieron, y sí reconocerán los logros que hemos alcanzado.

¡Renuencia a tus sueños! Y suelta el frenético deseo de que todos se comuniquen con honestidad, de que la mayoría esté de acuerdo contigo en lo que consideras medular, o al menos de que dejen de repetir la misma cantaleta de reclamo que les gusta poner sobre la mesa año con año.

  • Prepárate a dar “tres pasitos para atrás”. Cuando convivimos con nuestra familia tendemos a regresar “inconscientemente” a nuestra infancia. Quizá tus padres o tus hermanos querrán colocarte en el papel que jugabas a tus13 años de edad, pero que los demás no te vean como la persona que eres hoy no significa que tú tengas que comportarte como lo hacías a los 13.
No es necesario que trates de convencer a nadie de quién eres en el presente pero tampoco te has de desvivir para cumplir con las expectativas de los demás.

Y recuerda, si “patinas” con alguna reacción que no sea la que te hubiera gustado mostrar, no te juzgues de forma muy severa: unos cuantos intercambios en una cena o en una vacación no significa que no hayas roto creencias y patrones familiares que ya no te son de utilidad.

  • Recuerda que ¡es temporal!. Es probable que en estas fiestas cada miembro de la familia asuma el papel incómodo que siempre ha representado en el guión familiar: la tía que interrumpe, interrumpirá; el hermano resentido, se quejará; la madre abnegada, se desmoronará; la cuñada protagonista, protagonizará.

No te des a la tarea de transformar a tu familia en unos días que pasarán tarde o temprando porque el pavo se te va a enfriar y las vacaciones a terminar.

  • Organiza lo que te sea posible. No pretender “cambiar al mundo en 7 días” no significa dejar “en manos del destino” todo lo que va a ocurrir; cero planeación  puede ser el principio de la ecatombe.

Propón un plan concreto para poder lleva a cabo una organización suficientemente sólida; dejar muchos cabos sueltos puede generar contigencias complejas de sortear.

Si los festejos incluyen un viaje valdrá la pena asegurarse de los itinerarios, costos y acomodos del grupo.

Una reunión previa de organización puede alinear expectativas, dividir responsabilidades entre todos y dejar espacios libres para las diversas necesidades de los viajantes.

Que cada uno tenga alguna función aligera el trabajo y promueve una actitud de colaboración que hace que todos si impliquen en el plan y se sientan parte del desarrollo del evento.

Sin duda la elección de espacios neutrales facilitará no invadir el territorio de nadie y favorecerá que todos tengan que limitar sus conductas para mostrarse, al menos temporalmente, de forma más civilizada.

Obvio que los espacios amplios y abiertos tienen ventajas sobre los pequeños y apiñados:

los niños pueden correr sin disturbar a otros, los jóvenes escuchar su música en algún rincón del lugar, los adultos formar grupos de charla y juego, y las personas mayores -si lo requieren- retirarse a descansar.

Incluso, la prima intensa puede “perderse en el horizonte” al lado del sobrino aburrido y tú echarte una charla con quien te plazca sin que llegue a interrumpirte tu mamá.

  • Anticipa establecer límites. Asumiendo que los eventos navideños podrán tener sus momentos rasposos, es importante que pienses en algunas estrategias que te preserven durante la convivencia.

Puedes planear desde alejarte de algunos familiares que realmente te irritan, hasta porgramar tiempos fuera cuando te sientas desbordado.

Distinguir con quién sí puedes convivir pero solo en espacios grupales, reconocer qué personas son las que te dan paz, definir cuáles lugares puedes ocupar en caso de cansancio, definir qué tipo de intimidad quieres compartir y con quién, así como escoger qué palabras –educadas pero contundentes- puedes decir cuando alguien se exceda contigo, son limites planeados que te darán seguridad.

Es muy importante pensar en estas alternativas antes del encuentro familiar para que no te tomen por sorpresa los “descolones” de tus parientes.

Poder preparar opciones que te protejan y aseguren los límites que necesitas te permitirá explayarte con comodidad durante la convivencia. Incluso, cosas tan conretas como llevar tu propio coche o avisar que tienes que retirarte a determinada hora, son precauciones anticipatorios que previenen una explosión.

Y recuerda, siempre es mejor “abandonar el escenario” que arriesgarse a una confrontación sin “ton ni son”.

 

Durante…

  • La Navidad no es el inicio de “la vida eterna”. El evento que está iniciando tiene principio y fin, así que recuerda que estarás “cautivo” por unas horas, en algunos eventos, y por ciertos días, nada más.
Este “paréntesis” no será eterno, de hecho es una “pequeña rebanada de pastel” de tu vasta vida. ¡El festejo antes que después se acabará!.
  • Suelta el control. Ya planeaste, ya anticipaste, ya preparaste, ahora es momento de “dejarte ir”. Navegar a “favor de la corriente” será algo que facilite los intercambios familiares.

Eso no significa que no tengas a mano tu “chaleco salvavidas”, pero sí que entiendas que no todo saldrá como lo deseas tú. Recuerda que cualquier intento por controlar lo que los otros hagan o digan te pone bajo su control.

Solo puedes controlar lo que tu piensas y sientes, y por supuesto tus reacciones.

  • Abróchate el cinturón de seguridad. Que los demás no reaccionen como tu quieras no significa que tú tengas que bailar a su “son”.

Ningún imprevisto tiene por qué llevarte a abdicar a tu propio código de valores, a renunciar a tus medidas de seguridad y a echar en saco roto tus estrategias de escape.

Ante lo inesperado no necesitas esforzarte demasiado en agradar a todos, menos aún en convencerlos de quién eres y de lo que quieres lograr.

Acepta también las posturas de los demás sin argumentar tu desaprobación cuando nadie te lo esté solicitando; más aún, si alguien pide tu punto de vista en algo que te parece inadmisible, se sincero pero sensato, y si sabes que “abrir la boca” te meterá en aprietos, recuerda que siempre puedes aprender el valioso efecto del silencio.

  • Mantente presente en el presente. Poder regresar tu mente al instante que estás viviendo es central para no retroceder a tu infancia ni pronosticar catástrofes futuras.

Limítate a responder a lo que está ocurriendo en ese puntual momento: escucha con frescura lo que te dicen y observa con curiosidad lo que ocurre. Las “jiribillas” que quiera hacer tu mente déjalas para tu terapia en enero.

Es común querer actuar conforme a la película que pasa por tu cabeza y dejar de habitar el presente que acontece frente a ti. ¡Estate en el aquí y el ahora!
  • Pon en marcha tu plan de acción. Convive con quien quieres, siéntate donde te sientas a gusto, sal a respirar si lo necesitas, di no cuando tengas que poner un límite y retírate cuando requieras descansar.

Si algo empieza a descomponerse más de la cuenta aplica la técnica “de cuerpo presente” y literalmente desconecta tu mente; que no puedas abandonar físicamente el lugar no significa que no puedas “apagar el “switch” (incluso conectarte a tu celular) y trasportarte a otro lugar.

Siempre es mejor que te digan que no “pelas” a que les “pegas”.

Si  te sientes demasiado perturbado por algo de lo ocurrido, no se trata de reprimirlo y olvidarlo,  escribe alguna nota con el tema que te aflige, ya habrá tiempo de retomarlo en otro momento, con la persona adecuada y en un mejor lugar.

  • Mira con nuevos lentes. Deja abierta la posibilidad de sorprenderte al ver en alguien alguna actitud diferente, por pequeña que esta sea puede ser un paso para que tú también te motives a mostrarte de manera distinta y modificar así –aunque sea en algo muy sencillo- la trama de la interacción familiar.

Pequeñas diferencias sostenidas construyen con el tiempo historias nuevas.

Prepárate por tanto a observar con curiosidad.

Además, si nada de lo que pasa te resulta muy conveniente, mira como si fueras el espectador de una tragicomedia en el teatro; ya tendrás la posibilidad de compartir los “diálogos” en alguna cena de amigos o de desahogar tus pesares en otra convivencia familiar.

Sin duda toda actividad grupal resulta interesante cuando planeas describirla de manera cómica con alguien: ya narrarás la historia de quién fue el más desgraciado de todos los comensales, o de alguno que se dedicó a quejarse de todo lo que ocurrió, o más aún del que no dejó de protagonizar y a todos quitó la palabra –y el pan- de la boca.

  • Disfruta lo disfrutable. Seguramente habrá dos o tres cosas que no podrás volver a gozar hasta el año que viene.

¿Los romeritros que prepara tu abuela? ¿La visita de tu prima que vive en Madagascar? ¿La música de temporada que te recuerda momentos entrañables? Un par de buenas cosas pueden cautivar suficientemente tus sentidos para detenerte en ellas y disfrutar.

  • Anímate a imporvisar. Hasta en el teatro surgen imprevistos por lo que no es extraño que en los encuentros familiares salgan temas inesperados que te puedan provocar.

Es importante que te prepares para sacar algún “as de la manga” que pueda aydarte desde a contestar “que tu no escuchaste lo que dijeron”, a cambiar el tema poniéndo sobre la mesa el último partido del América, hasta fingir un fuerte malestar estomacal y decir con “mucha pena” que te vas a tener que retirar.

Lo importante es que NO te dejes llevar a una discusión que acabará en desastre.
  • Mira el reloj de tanto en tanto. Si llegas un poquito más temprano podrás acomodarte en el lugar que mejor te siente y con la persona que hayas planeado ya. Recuerdas que vas como “La Cenicienta” con hora límite para tu partida; así que ¡escápate cuando escuches las campanadas de tu reloj!

 

Despúes…

  • Tómate tu tiempo. No te culpes si necesitas uno o dos días de encerrón para recuperarte de la situación. ¿Qué tiene de malo un día de piyama conectado a tu mejor serie y con la ilusión de un bote de helado de turrón en tu refrigerador?.

Sin duda los eventos navideños, aún en el mejor de los casos, nos roban energía, ¡cuánto más cuando sabes que las cosas implican un particular esfuerzo emocional sino es que una posible depresión!.

Descansa, descansa y descansa….

  • Rebota con alguien. Poder compartir la experiencia con alguien que quieres y en quien confías, familiar o no, haya estado o no en la celebración, te ayudará a acomodar la experiencia.

El poder comentar sensaciones, pensamientos, puntos de vista, te ayudará a dejar pasar asuntos de poca importancia, a no “sobre valorar” algunos comentarios molestos, a reconocer con aceptación lo que aún te lastima de tu familia y a reconocer lo que sí hay.

El sentido del humor, si puedes echar mano de él,  no sobra en estos casos:

poder reirte de ciertas situaciones trágicas es una forma resiliente de sobrevivir las decepciones familiares que difícilmente van a cambiar.

  • Regresa a tus rutinas. La vida diaria, bien armada, da contención. Saber que tenemos relaciones valiosas, intereses profundos y un proyecto de vida en proceso, nos da la experiencia de agencia personal.

Retomar el ejercicio, continuar un proyecto laboral, reconectar con nuestra gente querida, nos regresará al estilo de vida que hemos construido y que nos da bienestar.

 

Por si todo sale mal

Podrá ocurrir también que las fiestas se tornen en “la pesadilla del año!.

Quizá los temores que tenías se hagan realidad, tal vez la convivencia intensa te lleve a hacer y a decir lo que querías evitar, probablemente simplemente regreses a un estado de desesperación que pensabas haber superado.

Si la pasas pésimo, no puedes aplicar nada de lo que preparaste, te peleas con alguien (o con varios) y no paras de llorar, considera solicitar ayuda profesional.

No hay duda que un impacto tan desmedido tras las celebracines decembrinas da cuenta de que requieres seguir trabajando en tu situación familiar.

Puede ser que aún no logres diferenciarte de tu familia de origen, y por eso se te dificulta poner la distancia necesaria –física y emocionale- para poder relacionarte civilizadamente con ella;

a lo mejor aún tienes expectativas infantiles sobre lo que debieras recibir de tus seres queridos y no has asumido la responasbilidad de hacerte cargo de tu propio bienestar;

podría estar ocurriendo también que –aun siendo económicamente independiente- en lo emocional no hayas conquistado la autonomía y dependas de que te confirmen demasiado y te quieran de una forma especial.

Todas estas situaciones son oportunidades para seguir madurando y convirtiéndote en la persona adulta y autónoma que quieres ser. ¡Pide ayuda profesional!

 

¿Listo para dar un salto cuántico?

Si el simple hecho de leer este artículo te genera mucho pesar recuerda que estás a tiempo de “darle la vuelta al asunto” y que aún puedes festejar de forma distinta para librarte de la cena familiar.

Quizá genuinamente este año quieras hacer otros planes, o tal vez la reflexión que has hecho a lo largo de esta lectura te deja saber que no estás listo para dicha convivencia familiar.

En tal caso tienes tres opciones:
  • Opción leve: Invita al festejo a algún amigo que neutralice completamente la convivencia e impida la actuación de la dinámica familiar. Es mejor que “te vean feo” por eso y no porque se arme “la de San Quintín”.

 

  • Opción medium: Organiza, días antes o después, tu propio festejo con quien tengas compromiso de hacer algo o con quien quieras de corazón compartir (quizás solamente son tus padres, o un par de hermanos con quien la llevas bien) e informales que tienes otros planes para los días festivos pero que no quieres dejar de celebrar con ellos.

 

  • Opción top: Envía uno o dos o tres lindos regalos (¡o ninguno!) y discúlpate de manera cortés. Eres un adulto y no tienes por qué agradar a otros si eso tiene un costo alto para ti.

Da prioridad a tus genuinas necesidades, no pidas permiso, no des explicaciones de más y decídete a no asistir. Honra tus necesidades y tus deseos y disfruta –a tu modo- la Navidad. Ni las fiestas decembrinas, ni tu vida toda, ha des estar definida por tu familia.

 

Cuándo lo indicado es (sin duda alguna) NO IR

Como decía en líneas anteriores, “de poetas y locos, todas las familias tienen un poco”. Pero no hay duda que existen familias francamente tóxicas, enfermas, destructivas, violentas y abusivas.

Las interacciones con este tipo de familias en general, o de algunos miembros en particular, debe ser muy restringido o limitado (no solo en Navidad sino ¡en la vida diaria!).

Cualquier persona o interacción cuyo propósito sea someterte, acotar tu vida, lastimarnos, poseerte, controlarte, ya sea de manera verbal, no verbal, física, emocional, económica y mental, infringiendo daño a cualquier dimensión de tu persona, requiere de un límite contundente.

Si bien no tienes obligación de cambiar a los demás y hacerles ver sus errores, sí tienes la responsabilidad de cuidar de ti y de no exponerte al maltrato, a la invisibilización, a la explotación, a la humillación y al desprecio.

Los contactos con las familias violentas deben limitarse a lo estrictamente indispensable (que pude ser muy poco o nulo). ¿Qué sentido tendría “festejar” con alguien que te lastima de manera descarada y aparentemente intencional?.

No tienes ninguna obligación de responder con atenciones al maltrato, por el contrario, tienes la obligación de preservar tu integridad y tu dignidad.

 

Rediseñar tu vida tras sortear la Navidad

Ni la Navidad, y menos aún tu vida, han de estar definidas por tu familia. Desafiar los rituales familiares es uno de los retos más difíciles para cualquier ser humano: nuestra familia fue la primera forma de relación que experimentamos y el primer lente a través del cual conocimos el mundo.

A través de ella aprendimos de qué se trata la vida y las relaciones.

Pasados los festejos decembrinos adquirirás una nueva visión de quién eres tú y dónde están ellos; tendrás más claridad para definir a qué personas querrás tener cerca de ti, cómo distribuirás tu tiempo,  y de qué forma te concederás espacios de esparcimiento y descanso para tener la vida que deseas.

La Navidad, al igual que otros eventos importantes –bautizos, festejos de cumpleaños, incluso funerales- van a desencadenar recuerdos felices de tu pasado, nostalgía de experiencias compartidas y al mismo tiempo, pondrán de manifiesto situaciones que te generaron perturbación.

Como niño tenías pocas opiciones de elección en tanto que dependías de las decisiones de tus progenitores, hoy cuentas con más cartas a tu favor para hacer las jugadas que desees en pro de tu bienestar y satisfacción.

El camino que ya has andado por tu cuenta te permitirá rediseñar el mapa que te heredaron tus ansestros para transitar la vida con tus propias directrices.

Se puede amar a la familia que tenemos con las limitaciones que muestra. El tiempo, tu empeño y tus certeras elecciones te facilitarán aprovechar lo valioso que sí hay y limitar lo lastimoso que no quieres experimentar.

Y lo más importante, se amable y paciente contigo mismo, pocas misiones vitales son tan largas y minuciosas como actualizar la relaciones en tu vida familiar.

 

 

Los diez mandamientos para esta navidad.

1.     No esperarás que todos la pasen “bomba”.
2.     Respirarás sostenidamente cuando alguien diga algo fuera de lugar.
3.     No intentarás contentar a los que están peleados desde hace tiempo.
4.     Recalentarás el bacalo cuando alguien quiera pedirte algo que te parece injusto.
5.     Renunciarás la noche del 24 a reclamar el reconocimiento que nunca te ha dado tu mamá.
6.     Pedirás disculpas si metes la pata.
7.     Evitarás las “rondas de sinceridad” con los parientes borrachos.
8.     Te retirarás a un cuarto cuando necesites recuperarte.
9.     Buscarás a quien más confianza le tengas si se te dan ganas de llorar.
10.  Emprenderás “una graciosa huida” cuando empiece a armarse un “pancho” aunque el protagonista sea tu papá.

¿Cómo evitar que tus expectativas se arruinen en las fiestas navideñas?

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