Los hombres… también lloran

 

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Soy madre de cuatro varones adultos, a los cuales observo en su cotidiano devenir, y quienes  –seguramente influenciados por el microcosmos de una familia que ha transitado el quiebre de exigencias y presiones de roles de género estereotipados– se cuestionan  experimentan, gozan y sufren diversas maneras de ser hombre, con pocos modelos de identificación.

Con eso –que no es poca cosa–, sumando a mi vida de pareja (s) y a largos años de estudio, he tenido la posibilidad de conocer infinidad de varones al borde de un ataque.  Hoy, en pleno momento de cambio, creo que necesario que navegar por la incógnita de ¿cómo los hombres viven lo que se ha denominado, la nueva masculinidad?;  nunca aprendida, y en muchos contextos poco fomentada.

Adiós a la figura masculina clásica

Al respecto,  Sergio Sinay, especialista en psicología masculina, comenta: apagado el fuego de la revolución sexual y superado el clímax de la liberación femenina, muchos se preguntan ¿en qué papel ha quedado el hombre? y más aún, ¿dónde está ahora la masculinidad?”.

Aunque a lo largo del tiempo, muchos jóvenes han aprendido a ser hombres gracias a la influencias que tienen en su vida: padres, tíos, primos, jefes, o vecinos. Sin embargo, en la actualidad esto ha cambiado porque sus modelos se han vuelto obsoletos y sus privilegios de género se derrumban mientras ellos se viven en completa desorientación.

Pero entonces, ¿de qué se trata ser hombre en el presente?. Pareciera que a pesar de los avances en estudios sociológicos y psicológicos todavía arrastramos confusiones ancestrales y demandas viejas. Desde niños se les dice que han de hacerse “verdaderos hombrecitos”. La presión de que exploren su instinto comienza desde temprana edad, antes se les obligada a cazar, ahora a hacer otros rituales.

¿Naturaleza masculina ?

Como le gusta a las personas hablar de la “naturaleza masculina”. Gracias a esa mentada naturaleza, los hombres de hoy tienen que ser, hacer, desear y sentir una cantidad de cosas que con frecuencia ni les nacen tan naturalmente, ni les hace sentido alguno.

En una sociedad patriarcal, como la nuestra, donde se considera que los varones han de tener el poder sobre las mujeres, en la familia, en el trabajo y en la sociedad, las distinciones de género son rígidas y generalmente no corresponden a lo complejo de nuestra naturaleza humana, y a la flexibilidad de funciones, roles, y experiencias que podemos vivir sea cual sea el sexo con el que hayamos nacido.

Dicho eso,  las construcciones sobre lo masculino y lo femenino surgen y cambian. Son definiciones dinámicas y nada tienen que ver con la “esencia, institno o naturaleza” femenina y masculina.

Así, la masculinidad significa cosas distintas en diferentes personas, a diferentes edades, en distintas épocas y sociedades: existen por lo tanto distintas masculinidades. Sin embargo, en el contexto patriarcal que vivimos, la masculinidad se ha constreñido a unas cuantas conductas estereotipadas generalmente misóginas, prepotentes e incluso violentas.

Una masculinidad impuesta desde esta ideología no sólo pasa factura a mujeres, niños, niñas y jóvenes, sino también a los hombres, dificultándoles o coartándoles oportunidades de vidas más dignas y plenas.

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