¿Qué tan bien conoces a tu niño interno?

Queramos o no, todos tenemos un niño interno que, bien o mal, tiene ciertas demandas y carga ciertos traumas del pasado.

Escrito por: Tere Díaz

Tiempo de lectura: 3 minutos

Nuestra psique incluye la presencia de tres “personajes”. Un padre, un adulto y un niño. Los tres forman parte de nuestro yo y, dependiendo de la forma en que hayamos sido educados y del contexto en el que hayamos crecido, cada uno de ellos tendrá diferente peso.

  • El PADRE nos marca un deber ser. Permanentemente, y en el mejor de los casos, nuestro padre interno es un referente ético para actuar correctamente. Dependiendo de las experiencias tempranas que hayamos tenido con nuestros cuidadores primarios, este padre psíquico puede mostrarse como un verdugo que nos dice que nada es suficiente, que somos perezosos e ineptos, y que siempre fallamos. A veces, simplemente nos exhorta a tener cuidado y a hacer las cosas lo mejor que podemos, así como a respetar nuestros valores morales y nuestros principios éticos.
  • El NIÑO tiende a buscar el placer, a pasarla lo mejor posible, a posponer los deberes para autocomplacerse, o bien a responder a los retos de la vida con berrinches, rebeldías, dependencia y victimización. Es también quien da cabida a ese deseo de descanso, de autocomplacencia y de disfrute.
  • El ADULTO es nuestro YO actual en facultades de gestionar la realidad. Ver lo que se debe hacer con base en directrices éticas y nuestra propia escala de valores, distinguiendo los principios de los prejuicios; y también, a darse momentos de recreación, descanso y esparcimiento de manera oportuna, responsable y constructiva. El adulto es quien ha de conocerse a sí mismo para ver los recursos con los que cuenta, desarrollarlos y responder a los retos de la vida de forma saludable y satisfactoria.

¿Cómo se relacionan entre ellos?

El adulto gestiona las exigencias “sobrehumanas” del padre y las demandas “infantiles” del niño interno. El adulto actúa con responsabilidad y autocuidado porque, independientemente de lo que haya vivido, hoy es él quien va a sanar las heridas infantiles, aceptar lo vivido, elegir la vida que desea y desde su realidad actual, trabajar por ella.

No somos responsables de lo que vivimos pero sí, como ADULTOS, somos responsables de lo que hacemos con ello para tener una vida mejor. Las heridas dejan cicatrices pero también, si nos hacemos cargo de ellas, aunque la curación sea dolorosa por momentos, deja de supurar y sangrar.

Si deseas profundizar y trabajar de manera personal en los puntos señalados anteriormente, puedes consultar con algún especialista del equipo que he formado en Psicoterapia la Montaña al 5545548535 o al 5515570199

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